Opinión

Manuel Bohórquez

El milagro de Sánchez

El milagro de Sánchez

El milagro de Sánchez / Manuel Bohórquez

En Navidad, Pedro Sánchez le habrá dado la vuelta a las encuestas y será el líder europeo mejor valorado. Nuñez Feijóo se habrá ido amargado a su casa, Irene Montero será la mejor ministra de la historia y Pilar Alegría pasará a llamarse Pili la Castañuelas. Qué mujer. Le pagamos por trabajar en Twitter. Resulta que el actual presidente del Gobierno era el peor de la democracia, el que más veces había hecho el ridículo en la política internacional, y en tres días, eso ha cambiado totalmente. Ahora manda en Alemania, que es como ser el manijero del cortijo europeo, y es el líder a imitar en todo el mundo. Irene Montero era una cajera mona que prosperó rápido por ser la pareja de El Coletas, y ahora, milagrosamente, es la heroína del feminismo internacional más salvaje tras lograr que las adolescentes de nuestro país puedan acabar con la vida de su hijo sin hablarlo siquiera con sus padres y que la regla haya dejado der ser un tabú en España, que estábamos que no vivíamos. Ayer era imposible entrar en Internet, en las redes sociales, sin encontrártela mil veces, siempre sonriente y con cara de triunfadora. Al carajo los hombres. El Partido Socialista y el Gobierno le están dando un baño al Partido Popular, a la oposición, en la propaganda. O sea, que aunque las encuestas favorezcan a Feijóo y nos digan que el social comunismo se hunde no es para organizar una barbacoa dominguera. Sánchez será un presumido mentiroso de poco fiar, un peligro para la democracia y la unidad de España, pero no se entrega fácilmente y estamos viendo cómo en un mes de campaña contra Feijóo lo ha puesto nervioso y le ha metido el miedo en el cuerpo a la derecha en pleno. Como, además, tendrá dinero para comprar votos y voluntades, televisiones y periódicos, sin escrúpulos, y predisposición para pactar con el Diablo, si hiciera falta, como ha hecho siempre, eso de que la derecha va a volver a gobernar el país en 2023 no está ya tan claro como hace ocho o diez semanas. No digamos cuando baje la inflación y los españoles podamos volver a poner la calefacción y a comprar lubinas y doradas en Mercadona.