La vida del revés

El mundo antes y después del coronavirus (Día 16)

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30 mar 2020 / 09:00 h - Actualizado: 30 mar 2020 / 11:54 h.
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Espero que el mundo después de la Covid-19 sea más amable con los países del sur de Europa. Porque aguantar el estigma de vagos, desahogados, chapuceros y ladrones, es muy doloroso. Tanto como incomprensible. Si gustamos tan poco a los holandeses, a los alemanes o a los suecos ¿qué hacemos juntos en la UE? Si les parece que Grecia, Italia o España, son países de tercera ¿por qué se vienen para acá los jubilados de todos esos países en los que tanto nos critican?

Europa fue un sueño. Pero, en realidad, no se han conseguido los objetivos. Las fronteras siguen siendo las mismas salvo para que los tomates circulen de acá para allá y poco más. La libre circulación de personas se limita, en realidad, a la libre circulación de talentos para cubrir carencias. ¿O es que alguien me va a decir que en Alemania, Bélgica o Polonia están deseando recibir a nuestros parados para ofrecerles un trabajo y una vida maravillosa? Económicamente hemos avanzado y es verdad que el mercado europeo es muy potente, pero socialmente Europa es un desastre total. Si hablamos de inmigración, hay que avergonzarse por completo (¿recuerdan la última gran crisis y la solución de cuotas que se asumió como buena? ¿Saben que nadie cumplió con aquello? ¿Alguien se acuerda de que hoy siguen apelotonadas decenas de miles de personas en la frontera turca sin apenas agua corriente, ni luz, ni esperanza?). Si hablamos de solidaridad entre naciones europeas hay que avergonzarse por completo. Sí, también. Unos miran por encima del hombro a otros. Con cierta arrogancia, con el dedo acusador en funcionamiento. Todo empieza a recordar estampas ya viejas que pensamos que serían un mal sueño imposible de repetir. Pero, da la casualidad, de que durante los malos tiempos lo peor del ser humano aflora a los diez minutos. Ya veremos cómo termina esta crisis. Ojalá no tengamos que ver ciudadanos enfurecidos en las fronteras para que otros no pasen por esa barrera; ojalá no tengamos que ver cómo las opciones más radicales triunfan en las próximas elecciones de los países europeos (la ultraderecha crecerá como la espuma, seguro); ya veremos si somos capaces de contener nuestro fondo xenófobo y racista (lo tenemos, nos guste o no, lo tenemos).

Tal vez la solución sea una alianza de los países del sur. Tal vez no seamos tan malos, ni tan vagos, ni tan inútiles. Tal vez haya llegado el momento de borrar las líneas de los mapas. Pero de verdad. Italianos, portugueses, griegos, españoles y, si me apuran, franceses, unidos.

Espero que el mundo después de esta crisis monumental se dibuje con trazos más finos, más elegantes, más solidarios, más cercanos. Estar en un club siendo el apestado no es buena idea. Yo, al menos, preferiría no estar en esas circunstancias.