Me parece a mí que esto de tener que estar en casa sin poder salir va a ser causa de divorcios, broncas con los hijos y diferencias con los abuelos, entre otras cosas.
Lo estamos evitando, creo yo, a base de comer sin sentido. Que tienes un bajón de ánimo, unas magdalenas con café. Que te da por pensar en salir pitando a cualquier lugar del mundo para no aguantar más a la pareja, una ensaladita con algo de lechuga, maíz, escabeche, tacos de queso, tacos de jamón de York, picatostes, tiras de pollo crujiente, aceitunas, aceite virgen extra y una pizca de sal. Que los niños se ponen pesados, un emparedado de chorizo, queso y un poquito de aguacate que es muy sano (da igual si sabe a rayos porque el caso es comer).
La ansiedad es muy mala y somos muchos los que creemos que se resuelve comiendo sin parar. Eso sí, es estos días tan extraños, también nos ha dado por correr, por levantar bombonas de butano a modo de mancuernas, por bailar... y, damas y caballeros, por limpiar (lo considero una forma de hacer ejercicio maravillosa). Sí, nos están quedando unas casas como los chorros de oro. De hecho, si hay un producto que escasea en las tiendas ese es la lejía.
Lo que sí me ha preocupado es que el producto que está generando ciertos problemas de abastecimiento en tiendas y supermercados es ¡la tila! Y es que no a todo el mundo le da por meterse cuarto de kilo de galletas y un cafetito, a media mañana, para matar el hambre.
No le encuentro la gracia a esto de estar en casa trabajando, descansando, comiendo, cenando, aburriéndome, echando creatividad al asunto, escribiendo, grabando vídeos, tomando café, bebiendo un gin tonic o leyendo. Antes, yo pensaba que en casa se hacían unas cosas y otras en los bares, en la oficina, en el parque o en autobús. No tiene nada sentido. ¿Chorizo, queso y aguacate en el mismo bocata? Por favor...