Hoy me he descubierto fijándome en cosas que antes pasaban completamente desapercibidas en el día a día.
Miro el cielo y percibo unos colores preciosos. La contaminación en Madrid es mucho menor y es impresionante lo que puede llegar a cambiar la estampa. Miro el cielo y pido a mis contactos que me envíen los suyos, los que ven desde sus ventanas. Me envían cientos de fotos, cientos de cielos.
Desde la terraza, mientras aplaudo, pienso que llegará el día que podamos bajar a la calle para mostrar nuestro agradecimiento a todas las personas que se están dejando la piel (algunos la vida) para que todo salga bien. Y pienso en que ese día nos podremos conocer todos los que nos hemos saludado desde las ventanas, los balcones y las terrazas, mientras aplaudíamos. De pronto, tengo vecinos y me apetece que mi barrio sea eso, un barrio. De pronto, necesito saber que el mundo está lleno de personas maravillosas.
Hoy ha llovido sobre la ciudad. Y poco antes de comenzar a caer las primeras gotas ¡olía a tierra mojada! Tenía olvidado por completo ese olor tan evocador, tan saludable.
Y estas pequeñas cosas me hacen feliz. Vivimos momentos terribles y, sin embargo, me conformo con detalles, con historias inventadas, con la realidad que estamos obligados a dibujar desde casa. Y es que la vida es muy simple.