La vida del revés

El mundo antes y después del coronavirus (Días 24 y 25)

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07 abr 2020 / 23:20 h - Actualizado: 07 abr 2020 / 23:22 h.
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Seguimos, a estas alturas, hablando de norte y sur, de países pobres y ricos, de culpas. Es, sencillamente, escandaloso que ante una situación extrema que afecta a todos los países del mundo de una forma más o menos grave, no seamos capaces de llegar a un acuerdo global. Estamos en manos de un poder económico que no cede ni un milímetro. Mientras la gran mayoría de los seres humanos lloran a sus muertos, intentan controlar el pánico ante una situación crítica o intentan dibujar un futuro nuevo en el que las personas sean protagonistas, un grupo minúsculo intenta preservar lo que hay sin mostrar un mínimo de humanidad y empatía. Hay que reconstruir el mundo con urgencia para que parezca un hogar y algunos siguen pensando en cómo hacer funcionar la máquina de hacer billetes teniendo como premisa que el que parte y reparte se lleva la mejor parte. Es penoso. Y duele comprobar cómo muchos políticos se arrodillan ante esas fuerzas económicas que todo lo controlan.

Las bolsas se derrumban o suman ganancias debido, en muchas ocasiones, a programas informáticos que funcionan con cierta autonomía. En este mundo, todo se traduce a euros, la realidad es una enorme estadística que nos hace más o menos rentables. Es difícil que se valore algo o a alguien por su bondad, por lo que aporta con su forma de entender el mundo. De hecho, uno de los problemas más graves con los que convivimos en el mundo entero es la falta de líderes, de esos estadistas capaces de ilusionar, de poner en valor la alegría que supone la vida, estar vivo y tener ideales por los que pelear. Estamos huérfanos y ni siquiera nos damos cuenta de ello. Queremos vivir tranquilos aunque no alcanzamos a desear una vida mejor que puedan disfrutar las generaciones venideras. Una pena.