El naranjo, un árbol muy ecológico para nuestras ciudades

El naranjo amargo es un árbol ecológicamente adecuado para las ciudades de Andalucía, y debe seguir siendo un componente importante de la infraestructura verde de la ciudad de Sevilla

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28 abr 2018 / 22:00 h - Actualizado: 28 abr 2018 / 22:00 h.
"En verde"
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En las ciudades y pueblos de Andalucía abunda el naranjo amargo (Citrus aurantium). Muchas veces nos han preguntado si el naranjo es realmente un árbol urbano. Estamos acostumbrados a ver nuestros hermosos naranjales andaluces de naranja dulce (Citrus sinensis), pero también en las calles y plazas de los enclaves urbanos andaluces abundan los naranjos, así podemos ver numerosos ejemplares de naranjo amargo. La pregunta sigue en pie, ¿es el naranjo amargo un buen árbol para la ciudad? Sus valores paisajísticos y estéticos son indudables; sus verdes hojas, el color naranja de sus frutos o el blanco de sus flores. También el olor de su flor, el azahar; el perfume de la primavera sevillana. Un perfume que mezclado con cera e incienso constituye una experiencia sensual en la ciudad de Sevilla. El naranjo forma parte esencial de la primavera de Andalucía. Pero podemos realizar otras preguntas, por ejemplo: ¿es un árbol adaptado a la ciudad? ¿Nos ayuda a mitigar el cambio climático? ¿Puede constituir un componente importante en la adaptación al cambio climático en nuestras ciudades? ¿Cómo se relaciona con la biodiversidad de aves urbanas? ¿Hay que podar el naranjo urbano? ¿Las alineaciones de naranjos en las ciudades son correctas? ¿Puede el naranjo formar parte de la economía de la ciudad?

Hace semanas, el periodista Antonio Periáñez escribió en ABC de Sevilla (4 de abril de 2018) un excelente artículo, convertido en la red en un reportaje con aportaciones de diversos investigadores de la Universidad de Sevilla, que tuvo y tiene un alto número de visitas. El artículo se denominaba La fascinante historia de las naranjas de Sevilla. Vamos a comentarlo en esta tribuna antes de contestar a las preguntas planteadas.

En la ciudad de Sevilla hay un total de 280.00 árboles, un patrimonio natural de primer orden. El total de individuos de naranjo amargo es de 34.000. Los cítricos viajaron de Asia al Guadalquivir y aquí se quedaron por suerte como alimento y como elemento ornamental y ecológico en el paisaje andaluz. Nos contaba Antonio Periáñez en su artículo que «la historia de la naranja amarga de Sevilla podría ser tan antigua como la propia Híspalis. La memoria colectiva de la ciudad apunta a la mitología clásica, a la figura de Hércules, el semidiós que robó la «manzana de oro» del Jardín de las Hespérides. Eso cuenta la leyenda, aunque la información más fiable señala a los mercaderes genoveses como los introductores de este fruto en Europa». Manifiesta Antonio Periáñez que, para algunos investigadores, «la eclosión de este frutal a orillas del Guadalquivir se debe al periodo andalusí». En el reportaje, el catedrático de la Universidad de Sevilla y director de la Real Academia de las Buenas Letras de Sevilla, Rafael Valencia Rodríguez, especialista en Estudios Árabes e Islámicos, reconoce el papel fundamental que jugó este árbol como elemento ornamental en la Isbilya de Al-Andalus, si bien la implantación en muchos sitios de la ciudad tiene un origen posterior. Para el profesor Benito Valdés, Catedrático de Botánica de Universidad de Sevilla y presidente del Instituto de Academias de Andalucía, el naranjo amargo, que es un árbol muy resistente a la sequía, lo trajeron los musulmanes en los siglos X-XI. Manifiesta Rafael Valencia en el reportaje de Periáñez que «el gran éxito de las naranjas amargas de Sevilla y su exportación hacia Inglaterra para hacer la mermelada real se debe a una corriente comercial del siglo XVIII». Por otro lado, explica Valencia que en sus campañas navales, «los ingleses descubren que en los barcos, llevando cítricos fermentados con azúcar, para asegurar su conservación, evitaban el escorbuto, principalmente en las rutas marítimas por la costa oriental africana». Con lo cual, concluye Periáñez que «una confitura elaborada con el fruto del naranjo salvó la vida a cientos de marineros».

Tras estos interesantes comentarios, es el momento de volver a las preguntas planteadas al inicio de la tribuna. Para nosotros, el naranjo amargo es un buen árbol para la ciudad y lo vamos a justificar. Ya han sido establecidos con solvencia sus valores históricos, estéticos y organolépticos, que nos hacen percibir este aspecto botánico de la ciudad por los sentidos. El naranjo amargo forma parte del paisaje histórico y cultural de Andalucía. Por otro lado, es un buen árbol para la lucha desde la ciudad contra el cambio climático por su papel como sumidero de dióxidos de carbono, al ser capaz de captar, de acuerdo con nuestro propios datos (grupo de Investigación Ecología, Citogenética y Recursos Naturales, Universidad de Sevilla) 2,55 kilos de CO2 por metro cuadrado de área foliar y año. Este alto valor, unido a su alta eficiencia en el uso del agua, cuantificada por nuestros estudios, en el proceso de la fotosíntesis, lo hace un buen candidato como árbol urbano ante los escenarios previstos para las ciudades y pueblos de Andalucía en relación con el cambio climático, donde la escasez de agua para riego puede ser un hecho probable. Por otro lado, el naranjo amargo es un buen candidato para la adaptación de pueblos y ciudades a los rigores del cambio climático.

Para ello hay que plantear alineaciones correctas de los individuos con alcorques con un volumen adecuado, que es compatible con el acerado. Se pueden lograr bóvedas peatonales con naranjos, en la ciudad de Sevilla hay buenos ejemplos. En los estudios que realizamos sobre el confort térmico que genera el arbolado en la ciudad hemos puesto de manifiesto en relación con los naranjos una disminución bajo la sombra de su copa hasta de 12º C en comparación con el hormigón o asfalto sin sombra próximo. Para lograr este efecto de forma adecuada hay que respetar la forma natural del naranjo y huir de esas podas urbanas caprichosas, innecesarias, que convierten a este bello árbol en algo parecido a un Chupa Chups. Resulta muy chocante ver de forma continua a operarios podando los naranjos para darles esa inútil forma. El naranjo amargo es asiento de biodiversidad de aves, y nos facilita la visión y la escucha de muchas aves como jilgueros (Carduelis carduelis), gorriones (Passer domesticus), verdecillo (Serinus serinus) y verderón común (Carduelis chloris); o presenciar un espectáculo curioso, ver comer naranjas, en posturas acrobáticas, a la cotorra de Kramer (Psitacula krameri). El naranjo ayuda a la construcción de una ciudad biofílica.

El naranjo puede formar parte de la economía de la ciudad. De hecho, ya lo forma al ser un componente paisajístico apreciado por los visitantes de la ciudad de Sevilla. Pero también puede generar una economía de proximidad en relación con sus esencias para perfumes y, especialmente, por su potencialidad para hacer mermelada. En la ciudad de Sevilla hay 34.000 naranjos amargos, la mayoría de buen tamaño y porte natural, bien gestionados por Parques y Jardines; excepción hecha de los podados caprichosamente, muchos en enclaves particulares. Córdoba tiene 21.000 naranjos y las cifras oficiales hablan de una producción de naranjas de 900.000 kilos. Si Sevilla tiene 34.000 naranjos, un naranjo puede producir entre 40 y 100 naranjas, ¿qué economía de proximidad y circular generan el peso de naranjas que producimos? No nos gustaría saber si lo único que genera la recogida de la naranja es gasto, aparte de la peligrosidad cuando no se recoge en plazo. Preferimos pensar que también genera una economía de proximidad, circular, que se queda en la ciudad, que falta hace. El naranjo amargo es un árbol ecológicamente adecuado para las ciudades y pueblos de Andalucía, y debe seguir siendo un componente importante de la infraestructura verde de la ciudad de Sevilla.