Desvariando

El Niño de las Palmeras y la mala leche

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
29 oct 2022 / 10:13 h - Actualizado: 29 oct 2022 / 10:15 h.
"Desvariando"
  • Foto de Claudia Ruiz Caro.
    Foto de Claudia Ruiz Caro.

El famoso Niño de Elche ha atacado de una manera miserable a un compañero de la crítica sevillana, Manuel Martín Martín, de El Mundo, deseándole la muerte: “Si hubiera ley usted estaría en la cárcel o muerto, aunque me han dicho que ya le queda poco (...) Morirá como Franco, en la cama y sin bigote”. Martín lleva años luchando contra un cáncer y el de Elche lo sabe, así que ya se pueden hacer una idea de la caca que tiene en el cerebro este presunto cantaor tan mimado en la Bienal de Flamenco y tan reconocido en determinados sectores de la música española. El Niño de las Palmeras, como lo llama el flamencólogo cordobés Andrés Raya, quiso ser un cantaor serio, pero viendo que no tenía madera, que cantaba, utilizando una expresión de Villanueva del Ariscal, para tirarlo a los cochinos, decidió seguir vinculado al arte jondo haciendo lo que hace, que no se sabe muy bien lo que es. Israel Galván lo sabrá, que cuenta mucho con él, en una ocasión para que le cantara por soleá sentado en un váter. También el todavía director de la Bienal, Chema Blanco, que lo trajo a la última edición a pesar de que en la anterior vino a reírse del flamenco y de Sevilla. Si tuviera gracia, que no la tiene, lo podríamos aceptar como tuvieron su sitio aquellos caricatos de la Ópera Flamenca, pero ni para eso sirve. Jamás voy a descalificar a ningún seguidor de este sujeto, pero no entiendo que haya críticos de flamenco que le den cancha, y pasa. Espero que un día entiendan que tipos como éste deberían estar lejos del flamenco, sobre todo después de que haya atacado de manera tan cruel al compañero de Écija. Ya simuló mi entierro hace años en Facebook, supongo que porque odia a los críticos que aún no hemos entendido o descifrado el misterio de su estilo, de su arte. No dudo de su talento, aunque su éxito está basado en la provocación y en el hecho de ir contra el flamenco tradicional, al que tuvo que renunciar por su evidente discapacidad para emocionar. Es un mal cantaor, pésimo, sin ninguna cualidad estimable, pero es aún peor como persona. Lo demuestra que haya atacado de manera tan salvaje a un crítico de más de cuarenta años de carrera, con el que se puede estar de acuerdo o no, pero que merece un respeto. El que no merece ninguno es el Niño de las Palmeras, que ojalá desaparezca del flamenco para siempre, porque no debería de tener cabida en este arte un sujeto que no lo huele y que encima es capaz de hacer lo que ha hecho. Si Rocío Molina e Israel Galván quieren seguir dándole tablas, allá ellos.