El número de hermano

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27 may 2017 / 23:05 h - Actualizado: 27 may 2017 / 23:06 h.

De las elecciones en la vida cofrade, siempre se aprende algo. Es ley de vida. Ahora que vivimos un tiempo de «democracia y salud» en nuestras hermandades, se hace normal que haya dos candidaturas. Eso de entenderse, ha quedado en un segundo plano la mayoría de las veces. Y entonces entramos en el proceso. Primero el anuncio y luego el marketing. En el folleto a todo color, fotografías y descripción de la persona al cargo. Pero no vaya a ser usted como un cargo de confianza del antiguo gobierno que su mayor logro era ser prioste. No, no. Títulos académicos, experiencias en antiguas juntas y... el número de hermano. Es lo que cuesta digerir y tragar. Hay que tener claro que la antigüedad aporta conocimiento y experiencia, entre comillas, como todo en la vida. Al menos, se presupone que vas a llegar a la casa hermandad, sabiendo donde están las cosas. Pero eso me hizo reflexionar y ponderar la necesidad de conjugar lo antiguo con lo nuevo. No entiendo que te presentes en una candidatura y después de optar a un cargo, venga tu número de hermano. No lo entiendo.

¿Qué aporta antigüedad? ¿Prestigio, sabiduría, conocimiento o práctica? ¿Y si eres un número 100 y no has pisado la hermandad en todo el año salvo el día de la papeleta y la salida? Ah... Es que él lleva bocina. Sí y luego el trabajo, muchas veces lo hacen cuatro jovencitos con un 2.000 y pico. ¿Cuántos ejemplos conocen? Las candidaturas, con sus fortalezas de barra de bar y días de reunión, tienen que requerir más que eso. Y es cierto que es difícil demostrar en un papel, que es posible hacer mejor las cosas que una candidatura oficialista, que en innumerables ocasiones, controla censo y teléfono y ay, querido amigo, eso lo es todo cuando se trata de atraer al hermano descontento. ¿Qué es un número? Esa es mi pregunta. Todo o nada. O algo intermedio. ¿Marketing? O sin duda, una de las tantas cosas que hemos extrapolado de la política. Y es que un número no es un currículum certero que tenga garantía de éxito y de idoneidad. Y aun habiendo un porcentaje de éxito, el rumbo que se sigue huele preocupantemente a comicios en los que vale el «y tú más» y se dicen mentiras que son proyectos que no se cumplen.

En las cofradías, que para eso son parte de la Iglesia, deberíamos hacernos mirar varias cosas: el amiguismo para todo, la falta de criterio y de perspectiva, y la utilización de un número como arma electoral, que en algunos momentos puede ser hasta contraproducente, por hiriente y hasta informal. Es preferible que a uno, cuando haga bien las cosas, le pregunten cuánto tiempo lleva. Y entonces responda: «Tengo la suerte de que mi abuelo y mi padre me trajeron hasta aquí». Y ese, amigos y amigas, es el mejor número posible. Sean buenos.