Ser sacramental

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24 jun 2017 / 21:55 h - Actualizado: 24 jun 2017 / 21:55 h.
"Cofradías","Una luz en la ventana"

Jesucristo es una experiencia que te cambia la vida. Tanto es así, que nos está esperando en cualquier lugar. Habla por los hombres y mujeres de este mundo, se expresa en los corazones y tiene la facilidad para hacer que el Espíritu Santo prosiga el camino de la luz y el bien. Nuestro Dios está revestido de muchas cosas y a la vez de ninguna. Es algo difícil pero a la vez sencillo. Es una Custodia y una imagen. Es la armonía de creer en lo poderoso invisible.

La efusión de una mañana de jueves en el Corpus Christi, el baile de los seises, la vida de una hermandad con más de cinco siglos de historia. Es Teresa Enríquez y la locura del Sacramento, la comunión del impedido en San Lorenzo o la verdad de que Dios nos espera en silencio, para hablarnos sin prisa. Que el verano es el tiempo de ir temprano a la Iglesia, de encontrar al pajarito de San Pedro o de volver a recorrer aquellos templos abiertos durante todo el día para rezar. Y es que se ha vuelto complicado eso de rezar y más hacer testimonio público de fe de lo que sentimos y somos, de nuestras creencia y valor. Porque ser Sacramental es una faceta común y holística a todos los católicos. Aquí no hay equipos, ni banderas, ni ideologías ni ningún disparate separatista. Dios es amor y también unión y fraternidad. Dios cabalga con fuerza entre lo imposible y lo esperado con la condición de acercarse con más valentía que nunca.

Que Dios está en el Sagrario todos los días y a todas horas, con el ánimo y la voluntad de perdonar lo imperdonable y de querer, de manera incondicional. Que Dios está en el Sagrario para limpiar y pulir, para concedernos la oportunidad de cambiar, para que nos sintamos hijos de la altura y aunque tengamos miles de millones de defectos, podamos seguir compartiendo esa dicha de sentir que somos escogidos. Todo el mundo puede ir. Admite hasta el que no se arrodilla porque cree que es más importante una fotografía en pantalones cortos. Dios enseña en el Sagrario a tener cordura y respeto, a amar a la Iglesia que somos todos y a enriquecernos con las procesiones que ocurren en los barrios con su cuerpo. Un cuerpo que hace mucha falta en tantos hogares que se han perdido y en el seno de las personas que creen que se puede vivir sin Él. Nosotros no somos dioses. No podemos ser más que el génesis. Por eso hay que ser humildes y emplear la sacramentalidad con fines formativos y pedagógicos, ayudados por la palabra y el ejemplo. Acercar a los jóvenes y hacer que la familia gire en torno a Él. Entonces, sin lugar a dudas, el mundo será un centro con una cúspide. Y allí siempre, para lo bueno y lo malo, estará Dios.