Viéndolas venir

El Papa y los maricones

Image
Álvaro Romero @aromerobernal1
22 oct 2020 / 16:05 h - Actualizado: 22 oct 2020 / 16:07 h.
"Religión","Viéndolas venir","Homosexualidad"
  • El papa Francisco. / EFE
    El papa Francisco. / EFE

En una época tan convulsa como la que vivimos y sufrimos, mientras a los intransigentes, ignorantes y fascistas no se les ocurre otro insulto que "maricón" para hablar de Federico García Lorca, por ejemplo, el papa de una Iglesia que procede de Jesús de Nazaret, o debería, y que sin embargo ha estado tanto tiempo en manos de quienes no debería, vino ayer a anunciar su apoyo y comprensión a los homosexuales, tan personas y tan dignos de piedad por los cristianos como cualquiera. Tan merecedores de felicidad como los heterosexuales. Eso demuestra que también en tiempos de crisis entra el sol por la ventana.

Alguien podría pensar que tampoco es tan importante lo que diga el papa en una sociedad cada vez más secularizada en la que la Iglesia pinta cada vez menos y los estados van regulando cada vez más los derechos de todos, al margen de su raza, condición sexual o religión. Y no le falta razón. Pero cuando hablamos de humanismo nos referimos a la humanidad en su conjunto, y nunca es cuestión de cantidad, sino de calidad individualizada, pues mientras haya una persona en este mundo a la que se juzga por con quién se acuesta o se levanta seguiremos viviendo en un mundo excesivamente cruel.

La Iglesia ha sido, durante siglos, una de las instituciones que ha malmirado a los homosexuales, y esa mirada manchada de odio injustificado ha influido sobremanera en la mirada de los demás. El papa lo sabe y yo me creo que se arrepienta. Por eso da este paso decisivo que es simplemente ofrecer unas palabras amables a tantos millones de personas como hay en el orbe cristiano para redimirlos. Quién ha sido la Iglesia para juzgarlos. No me imagino a Jesús juzgando a ningún homosexual por serlo, sino haciéndose amigo suyo.

Las palabras del papa no constituyen un discurso de lástima, sino de integración en una Iglesia donde cabemos todos. De modo que la Iglesia se apunta, cada vez más, a esa filosofía integradora de que se hace Iglesia, o patria, sumando y no restando, aglutinando a la diversidad con alegría y no segregando a las minorías con el falso bisturí del espíritu fariseo. Estoy deseando ver la reacción de algunos retrógrados muy beatos que llevan toda la vida integrando a homosexuales en tareas eclesiásticas muy concretas pero sin haberse enterado aún del amor libertario del Evangelio. A ver si porque lo diga el papa esta vez sí.