Todos queremos ser felices, todos queremos que se cumplan nuestros sueños. Todos queremos tener una buena vida. Sin embargo, tener una vida plena, parece ser a una meta difícil de lograr.
La felicidad se vuelve inalcanzable cuando no comprendes bien lo que significa vivir.
Casi todos, a lo largo de nuestra vida, hemos experimentado en muchas ocasiones, momentos dolorosos y de gran confusión. Momentos en los que no sabemos qué hacer, qué dirección tomar o simplemente estamos bloqueados.
En mi opinión, pienso, que es fundamental comprender que hay acontecimientos dolorosos en nuestras vidas por los que vamos a transitar. No porque la vida o Dios quiera fastidiarnos, sino porque en realidad, son lecciones que hemos venido a aprender. Cada cual las suyas.
La resistencia a las experiencias desagradables es una respuesta natural a situaciones que percibimos como amenazantes. A menudo, tratamos de evitar o negar estas situaciones para protegernos de ellas.
Con esta actitud lo que conseguimos es generar más dolor.
Lo normal en un principio, es oponernos a lo que nos está aconteciendo. Esa acción genera sufrimiento. Con esa actitud lo que conseguimos, es pasarnos mucho tiempo o parte de la vida, repitiendo la misma situación. Como decía el psicoanalista Carl Jung: “Lo que resistes, persiste; lo que aceptas, te transforma”. Lo acertado según mi experiencia, es la aceptación de lo que está sobreviniendo en ese momento.
La situación se transforma, en la medida en la que la aceptamos. Aceptar es decir sí a la vida, a su aprendizaje y a la transformación. Oponernos es luchar contra todo el universo.
La vida, siempre nos proporcionará la experiencia, que sea más útil para la evolución de nuestra conciencia. ¿Cómo sabemos que eso que nos está ocurriendo es la experiencia que necesitamos? Porque esa es la experiencia que tenemos en este momento.
La aceptación es una alternativa más saludable que la resistencia. La aceptación implica tomar una postura de conciencia no crítica y abrazar activamente la experiencia de los pensamientos, sentimientos y sensaciones corporales tal como ocurren.
Me gusta este fragmento del libro “Nada que cambiar “de Anthony de Mello:
“En el juego de naipes que llamamos -vida-, cada cual juega lo mejor que sabe las cartas que le han tocado.
Quienes insisten en querer jugar, no las cartas que le han tocado, sino las que creen que le deberían haber tocado...son los que pierden el juego. No se nos pregunta si queremos jugar.
No es ésa la opción. Tenemos que jugar. La opción es: ¿cómo?”