Cuando los millones de albañiles de este país se quedaron en el paro, aspiraron a convertirse en camareros. Y enseguida salieron los lumbreras gubernamentales anunciando que no podíamos depender del ladrillo y el turismo toda la vida. Ahora que el precio de la luz nos va a empezar a ahorcar, vuelven a hablar de las renovables, mientras Francia nos vende lo que le sobra. A ver cuál será el siguiente propósito de enmienda. Supongo que dependerá de la próxima crisis. Y así todo.
Este análisis podíamos hacerlo de España en los dos últimos siglos, pero referido solo a las dos últimas décadas, que son las que recordamos a la perfección quienes las hemos vivido en primera persona, sonrojan las palabras y los hechos literales. También que aquellos dos presidentes de la izquierda y la derecha, respectivamente, que tuvimos a finales del siglo XX y principios del XXI estén tan bien enchufados donde más energía generan para sí mismos.
Ahora que nos obligan a poner la lavadora de noche, el ruido insoportable de su bombo para no dejarnos dormir podría ayudarnos asimismo para darle vueltas a nuestra cabeza, para reflexionar en serio sobre la seriedad de los planteamientos verdes que siguen faltando en cada campaña electoral, al menos en nuestro país, donde siempre le compramos el discurso al primero que nos vende lo que queremos oír. Aquí y ahora. Después del Siglo de las Luces, al hermano de Napoleón lo apodamos Pepe Botella porque quería hacer un negocio de los vinos. Qué ocurrencia. Lo que estamos pagando ahora no es el precio de la luz. Es algo mucho más profundo: es el precio de tan pocas luces.