Opinión

Gabriel Ramírez

El Premio Planeta, Sónsoles Ónega y la falta de decoro

El Premio Planeta, Sónsoles Ónega y la falta de decoro

El Premio Planeta, Sónsoles Ónega y la falta de decoro / Gabriel Ramírez

En algunos ámbitos se está perdiendo el decoro a marchas forzadas. Y uno de esos ámbitos es el editorial. Ya da igual lo que parezca y lo que sea, da igual si todo huele que apesta, da igual perder el sentido de la decencia y de la estética.

Miren, he escrito dos novelas en mi vida. Y jamás me he presentado a premio literario alguno. Ya hace muchos años un escritor veterano, de esos que se han hinchado a vender libros y a ganar premios literarios, me dijo que no me presentara a ninguno sin tener claro que lo iba a ganar. Eso no se puede saber, tener claro estas cosas parece imposible, le dije. Siempre se sabe con un año de antelación, contestó. Y después de dedicar mi vida a la literatura, creo que eso es verdad (lo he vivido varias veces siendo jurado o asistiendo a entregas ridículas) y me he convertido en un descreído del mundo editorial (desde luego) y del mundo literario (casi desde luego).

Ayer, han anunciado quién era la ganadora del Premio Planeta de Novela de este año. Les resumo la cosa: Editorial Planeta le encargó una novela a Sónsoles Ónega (ya se pueden poner como se pongan, ya pueden negar esto una y mil veces, ya pueden patalear de rabia... esta es la verdad), Sónsoles Ónega es una estrella de Atresmedia que pertenece al Grupo Planeta y estos han otorgado el Premio Planeta a la señora Ónega. Yo me lo guiso y yo me lo como.

Estoy deseando tener un ejemplar en las manos de la novela. Quiero leer el texto, analizarlo, valorarlo y escribir un artículo crítico. Y estoy deseando porque sé lo que me voy a encontrar. Y porque ya tengo copias de algunas otras que se han presentado al premio y que son entre buenas y muy buenas novelas.

No se puede perder la decencia, no se puede pensar que el lector es imbécil perdido, no se puede desdeñar a la crítica porque ya no pinta nada. No se puede tratar la literatura como si fuera un quilo de tomates o cuarto y mitad de gambas arroceras.

Me indigna todo esto y me avergüenzo de pertenecer a un mundo que se ha convertido en una irrisión gracias a estas chapuzas.

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