Viéndolas venir

El puesto de Jimy

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Álvaro Romero @aromerobernal1
23 may 2021 / 17:38 h - Actualizado: 23 may 2021 / 17:39 h.
"Viéndolas venir"
  • El puesto de Jimy

Era su medio de vida. El suyo y el de sus seis hijos, claro. No he tenido la suerte aún de conocerlo, pero me da igual la cara que tenga, porque la cara que importa, la peor y más preocupante, es la del odio incubado en quienes han decidido meterle fuego a su puesto porque sí. Dicen que se llama Jimy y que la solidaridad del barrio de Los Remedios ha recaudado ya más de 6.000 euros. A pesar de la que está cayendo. Y eso nos tranquiliza, no por la cantidad en sí, sino por la seguridad de que sigue habiendo más buenas personas que malas.

Sin embargo, las malas también conviven con nosotros, las saludamos al pasar, al recoger a los niños del colegio, en el aparcamiento o en el supermercado, y tienen caras parecidas a las nuestras. Seguramente ellos no las ven tan parecidas porque distinguirán entre blancos y negros, por ejemplo. Este chico africano llevaba muchos años en esa esquina de República Argentina vendiendo sus cosas. Tanto, que lo conocía todo el barrio, quienes pasaran habitualmente por ahí y hasta los policías de la Jefatura que hay enfrente. Todo el mundo coincide en que era respetuoso y simpático, en que nunca se había metido con nadie y que había encontrado en ese puesto su modo de vida. Cada cual se busca las habichuelas donde puede.

No obstante, más de una de esas personas normales y corrientes de las que nunca hubiéramos sospechado tanta maldad decidió hace un par de noches meterle fuego al puesto. Se está investigando. Pero quien lo hizo no vino de Marte. Habita entre nosotros. Y lo más preocupante es que, en el fondo, el responsable de ese acto tan miserable no es el dueño de la mano que prendió fuego, sino el aire irrespirable de racismo que determinadas corrientes no de ideas, sino ideológicas, se están encargando de crear. “Vete a tu país”, como rezaba la nota que al parecer le dejaron es una de esas contraseñas escalofriantes por la que nos deberíamos preguntar, en cascada, quiénes queremos realmente que se vayan o desaparezcan, qué país es el nuestro y dónde lo hemos comprado, qué clase de educación le estamos dando a nuestros hijos sobre lo que significa un país, una sociedad, la historia repetida de una humanidad que se renueva y no aprende.