El rey y los hijos modelo

Image
21 mar 2020 / 04:42 h - Actualizado: 20 mar 2020 / 23:42 h.
"Los medios y los días"
  • El rey y los hijos modelo

Hay que hacerles caso a los hijos modelo que hay ahora, esos que miran por nuestra pureza verbal y de conducta social para que no nos corrompamos y seamos correctos en todo, es decir, unos padres modelo, como ellos. Me ha venido la idea por lo del rey hijo con el rey padre. Primero hago un paréntesis: he de considerarme afortunado por la época que me ha tocado vivir porque no cualquiera ha vivido un momento histórico en el que hay dos papas en el mundo y dos reyes en España y encima sin cismas ni guerras. En el Vaticano, un papa jubilado pero muy conservador y el otro en activo pero socialdemócrata, es el azul y el rojo de la política pero con mitras. Y en España, ya lo ven: dos reyes, uno el rey hijo que es el padre y otro el rey padre que es el hijo.

Lo digo porque el padre ha salido más revoltoso que el hijo y el hijo –modelo- lo ha llamado al orden, le ha dicho que no quiere el dinero que le tiene guardado para que se compre la consola que tanto quiere y encima le ha quitado el euro para que no se pueda comprar piruletas. ¡Toma ya! Y como siga con sus travesuras es capaz de arrebatarle hasta el título de emérito. Hay que ver lo que hay que ver, me acuerdo de aquel jovencito que habló en Las Cortes cuando empezaba esto de la democracia -ahora pasada por virus- y en lo que ha derivado después, parece que se le ha olvidado que su padre fue el rey que nunca pudo reinar y le regaló a él la corona porque no le caía bien a Franco y eso era buena señal. Sólo por el recuerdo de su padre debería haberse andado con más tiento para evitar que su hijo el rey modelo le haya tenido que endosar el desplante que le ha consumado y además le deba dar lecciones reales.

O sea, que lo que ha hecho el rey real es poner en cuarentena al rey emérito porque la corona se le ha llenado de virus y se ha convertido en un rey coronavirus, aunque ya sé que el coronavirus no tiene ese nombre por la cosa real sino por la corona solar que bien claro lo dejaba el otro día el diario La Razón para que nadie asociara el mal con la bondad de la realeza.

El tema de la Casa Real ha cambiado mucho en el tratamiento que ahora le dan los medios. Ya no es ese baboseo y esa censura que había hace unas décadas donde artículos como éste eran impensables. Por fortuna, ya se puede escribir con más libertad sobre la figura del rey, sea el hijo o el padre, sobre todo del padre, pero es que era imposible callar por más tiempo a los medios ante algunos acontecimientos. Con todo, es evidente que la ley sigue siendo una cosa para los españoles, otra para los políticos y grandes hombres influyentes y otra para la Casa Real.

El comportamiento de su majestad hacia su padre se produce en un contexto en el que España se ha llenado de hijos modelo, tanto es así, que ahora son los padres los que buscan la aprobación de los hijos y no al revés. No he visto nunca a padres tan acojonados como ahora por miedo a fallarles a sus hijos. A mí me corrigen tela mis hijas cuando hablo estilo años 70. Por ejemplo, como diga “esto es una mariconada”, me miran que me matan y luego me riñen. Y tienen razón, porque decir “esto es una mariconada” es una mariconada (oh, perdón, es una incitación al odio, quería decir).

Con esto del virus me llegó un mensaje por el móvil que decía: “Ayer iba en el tren de cercanías y tuve que ir al WC. Siguiendo las indicaciones de Sanidad, abrí la puerta con el codo, la tapa del WC con el pie, el grifo con la rodilla, cerré la puerta de nuevo con el codo y atravesé el tren hacia mi asiento sin tocar nada. Y al sentarme me di cuenta que llevaba la picha fuera”. Bueno, pues yo leí aquello y solté una carcajada de aúpa, después se lo leí a un grupo de hijos y en lugar de reaccionar como yo, me miraron muy serios, bajaron la cabeza, como avergonzados, y siguieron hablando de sus cosas. Luego pensé: claro, es que es una ordinariez lo que les he leído, he de dejarme educar por estos hijos modelo para no volverme como el rey emérito, pero sin fortuna ni corona.