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Actualizado: 27 nov 2022 / 05:45 h.
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  • El sello de correos del Partido Comunista

Mientras en Francia aún no han enterrado la guillotina y sus jóvenes queman coches, aunque solo sea para que se sepa que existen y no ser anegados por la precariedad capitalista, en nuestro país, la clase media se esfuma entre las ofertas de descuento por pronta caducidad.

Pasamos del gas natural al cisco picón, interminables colas en las ventanillas que decían serían únicas con la modernidad y nos pirramos por Jorge Javier y el drama cornúpeto de Risto Mejide.

Somos monárquicos al anochecer y al alba republicanos. De salón naturalmente, no se me asusten. Aquí la única revolución en curso es el Podcast de Corinna, a la que cuando el neumólogo de nuestro Juan Carlos instruía sobre su cámara para la apnea del sueño, rehusaba. “De esas minucias, que se ocupe el servicio”, solía decir.

En fin, que la mar se incendia y solo nos queda, como acto revolucionario, comprar a escondidas el sello del Partido Comunista de España, prohibido por el Juez de turno, que en eso sí que somos la reserva espiritual de Occidente. Se han agotado hasta en la oficina de Correos de Los Remedios, el barrio emblema del PP. Los osados adquirentes, los esconden fugazmente, como en su día, la estampilla de Almudena Grandes.

Aquí termina la heterodoxia hispana. Sabina se nos ha vuelto de derechas y ante la incipiente calva solo ahorramos para conseguir un tupé anaranjado como el payaso de la cadena yanki de hamburguesas. Las historias de Pasionaria y los siete enanitos en el bajo cero de Moscú; o las fondues de Santiago Carrillo, en las boulangeries de Paris, meras reliquias. Nada comparable con unas nuevas tetas mientras compramos hortalizas en el zoco de guiris de las Setas de la Encarnación.

España es un vertedero de ataúdes de hielo mientras Ayuso se regocija en las tabernas; somos el edén de los suicidios y para colmo la reforma laboral no perdona y ha fagocitado de un plumazo a Piqué, a Sergio Ramos y de paso se lleva a Kichi, que retorna a la primavera.

Todo controlado. Que perduren la mascarilla y el teléfono de la Esperanza y, claro está, María Jesús Montero, que solo defrauda cuando se maquilla.

Pero quiero ser optimista. Nos queda nuestro Soberano Luis Enrique, el del renovado anuncio “es cosa de hombres”. ¿Que los sudacas te usurpan cada madrugada de legañas el asiento del metro? Pon a Costa Rica en el Sur y siete golitos al zurrón. Es que somos la pera y no diré más, no sea que a falta de raperos y fagocitado Griñan, les dé a Marchena, Berdugo (no sé qué tiene el corrector que lo pone con ¨v¨) o a su íntimo Enrique Arnaldo, por turrón de alicante para cronistas irredentos.

En fin, Qatar nueva parada y fonda del INSERSO. Entre el sueño y el papel algo se pierde.