El sentido común

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22 may 2022 / 10:32 h - Actualizado: 22 may 2022 / 13:31 h.
"Tribuna"
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Cuando iniciamos una caminata nos expresamos, según sea nuestra ubicación, si vamos al norte o al sur, si nuestra orientación va de este a oeste, comunicándonos de esta manera damos a entender cuál es la dirección hacia la que nos dirigimos y todas las personas con las que mantenemos una relación fluida pueden saber el lugar en el que estamos, pudiendo concluir que es el sentido común el que nos indica el camino a seguir.

Llevamos días y días en nuestro país en un sin sentido, no hay más que ver los titulares, al mismo tiempo que escuchamos a personas hablar y hablar con desprecio y con tensión, al mismo tiempo que nos olvidamos de quiénes somos dando la sensación de que caminamos sin rumbo, sin saber muy bien hacia el lugar al que nos deberíamos dirigir. Pareciera que hemos perdido el sentido común.

Son muy fuertes las expresiones que se utilizan por parte de algunas personas dando igual el tema del que se trate ¿Dónde está el sentido común?

Se podría decir que vivimos momentos convulsos porque existen sujetos dispuestos a destruir todo aquello que no les satisface queriendo imprimir sus propias leyes y maneras.

Da la sensación de que lo que se desea es aniquilar la historia para construir un relato acorde a determinados intereses ¿Qué quedará, entonces, de todo lo bueno que hemos sido capaces de tejer las personas?

Hasta hace nada, hablando coloquialmente, era la Iglesia Católica en nuestro país la que determinaba qué era bueno y qué era malo, ahora se han unido también innumerables políticos. Pues bien, ni la Iglesia Católica es la poseedora de la verdad ni los políticos son los que ahora tienen que decirnos qué debemos hacer para ser buenos y pulcros.

La Iglesia Católica tiene sus pecados, que, por cierto, son bastantes y todavía, en algunos responsables, les queda la tentación de seguir erigiéndose en los poseedores exclusivos de la verdad y si para ello tienen que hacer daño a personas inocentes les da exactamente igual y no pararán hasta lograrlo.

Por un lado, está la Iglesia sacrificada y generosa construida sobre la base de infinidad de seres humanos dispuestos a entregar lo mejor de sí mismos para lograr la fraternidad, la concordia y la paz. Desean un mundo armónico en donde el perdón y el encuentro sean los dos puntales que ayuden a alcanzar un mundo nuevo trabajando por el bien común y por alcanzar una Justicia con mayúsculas, obran con sentido común.

Por otro lado, está la Iglesia engreída que sigue creyendo que su poder está por encima del bien y del mal, lo sujetos que se hallan en este vector de soberbia, manipulan y destruyen. Ejemplos a lo largo de la historia existen por doquier y en el presente no digamos. Se mueven mostrando que tienen cargos e intentan aliarse con el poder terrenal con tal de lograr sus objetivos. Yo no le deseo ni al peor de mis enemigos, si los tuviere, que experimente lo que significa ser perseguido por este perfil de personas. Miren Vds. lo que le está ocurriendo al pobre Obispo emérito de Almería, Don Adolfo González Fuentes. Quienes representan a esta Iglesia pretenden aniquilar el sentido común.

En el espacio político sucede algo parecido y tener el poder significa tener la llave para controlar absolutamente todo; pareciera que la soberbia todo lo puede y todo lo alcanza.

Sin embargo, frente a este perfil destructivo existen infinidad de personas dispuestas a sembrar la paz y la concordia y a no dejarse arrastrar por discursos plagados de incoherencias. Analizan lo que está ocurriendo con sentido común y éste es el que les hace interpretar lo que está bien o está mal; no se dejan arrastrar por las palabras expresadas en homilías o en arengas políticas, al contrario, buscan, a través de su experiencia, aquello que verdaderamente tiene valor y añade a la convivencia hermandad y sosiego. Su fe parte de su vivencia personal para alcanzar la Fe con mayúsculas. Esta dimensión existencial no la puede mermar quienes buscan hacer daño y destruir. Por esta razón el sentido común es indestructible y, si bien es puesto a prueba, siempre acompañará a los que buscan la verdad, se escriba esta con minúsculas o con mayúsculas. El sentido común nos protege.

Ejercer un servicio a la sociedad no es establecer una organización que trabaje en exclusiva para satisfacer los intereses propios, más bien al contrario, se trata de buscar espacios de convivencia y de encuentro.

El sentido común sabe distinguir muy bien las incoherencias de los sujetos que construyen homilías o discursos solamente para cumplir. Sabe dilucidar en su contenido si hay vida en lo que dicen. Sabe descubrir si las palabras escritas llegan al corazón logrando que el cerebro pueda asimilar la existencia de un afecto verdadero o falso.

El desapego que las personas van teniendo de la propia Iglesia nace precisamente del descubrimiento que éstos hacen de la aplicación del sentido común. Lo mismo ocurre con la dimensión política.

El sentido común posiciona a cada cual en la atalaya del análisis y de la interpretación a través de la libertad, logrando que sea como el viento que corre y se filtra por cualquier rendija de la prisión a la que los soberbios nos quieren someter.

Los insultos e improperios no llevan a ninguna parte, así como tampoco la persecución y la falsedad. Lo que sí que queda es la comprensión y la razón.

El sentido común es aplicar con enorme sencillez la capacidad que tenemos las personas para razonar y encontrar el referente que esté verdaderamente dispuesto a servir y a no ser servido.

El espíritu de servicio no se construye con discursos elocuentes porque, entonces, las palabras no transmiten absolutamente ningún valor. El sentido común sabe interpretar su contenido, logrando conocer de esta manera a la persona que los pronuncia y, por mucho que éste trate de disimular su soberbia, ésta estará presente.

Por cierto, las heridas del corazón solamente se curan con la delicadeza que comporta el perdón. Las personas que utilizan el sentido común saben entender mejor que nadie el significado del perdón y, ya que estamos en un país, todavía, con una base cultural cristiana, yo me pregunto ¿Cristo no murió perdonando? o al menos esto es lo que predican algunos desde hace dos mil años.

El sentido común me dice que debo de creer en aquellas personas que buscan con sinceridad hacer el bien; pero debo de alejarme de los soberbios y engreídos buscando siempre a referentes que estén dispuestos a servir.

El sentido común te hace conocer si vas de sur a norte y de este a oeste.