Ahora que llegan los kilos al lomo, el olor a sahumerio, su izquierdo, no corred y menos pasos quiero, es cuando salta a relucir que, definitivamente, somos una raza diferente. No sé en qué estaría pensando Darwin cuando clasificaba a los seres vivos pero no pasó por Casa Ricardo para terminar de cuadrar al Homo Sapiens Hispalensis. No tenemos a nadie que se nos parezca. De sangre caliente, con ganas de cachondeo casi todo el día. ¿Ahorradores y previsores? ¡Uy! Eso ya, depende del día...
El sevillano ha desarrollado su propia etapa evolutiva digna de ser discutida en el paraninfo del Tremendo cualquier viernes por la tarde al calor de unos cacahuetes y un zumo de cebada de la Avenida de la Cruz del Campo. No se me asusten si digo raza que no quiero ser un Quim Torra de turno, ni quiero independizarme de esta vasta piel de toro llamada España, con el trabajo que costó independizarme de casa de mis padres. Lo que pasa es que, cuando llega la primavera, salen a la luz todas nuestras virtudes. Sí, sí. Ahora en primavera.
En Semana Santa, principios de abril, el sueldo está ya bajo mínimos, y sin embargo nos permitimos el lujo de comprarnos un traje para los cultos, mejor que el del vecino del quinto, que ha ido a Armani. "No podemos ser menos”. Y comilona en el mejor restaurante el Viernes Santo, con las ojeras y rozaduras de una madrugada completa. Y sin carne, como manda el precepto.
Después de disfrutar, rezar y vibrar con chicotás eternas, marchas sin pellizco y cacheos que ponen los vellos para colgar chaquetones, llega la Feria, con las torrijas aún detrás de la oreja. He aquí donde podemos detectar al que cariñosamente yo llamo Sevillano Nacionalista. El mismo que afirma que Sevilla Este es Córdoba. Se marcha el sábado del 'alumbrao' a hartarse de 'pescaíto', aún sabiendo que el bolsillo del pantalón de la chaqueta, que salió de la tintorería dos días antes, tiene más pelusas y recibos del banco del año 82 que monedas con la cara de Felipe VI. Pero eso no importa. Ya el domingo pidió su préstamo a 'El Monte’, pues sigue sin querer llamarlo Caixabank, FeriaMax al 5% TAE o sin él, para poder pasar una feria de categoría.
Y avanzan los días, e invita a todo el que ve por la calle conocido, aunque sea del día de la comunión del hijo de su jefe. “Niño, toma y vete a la calle del Infierno con tu hermana la mayor, que tiene fichas de sobra”. Manchón en la corbata que no se quita ya hasta la Feria del año que viene. O no, porque no hay dinero para la tintorería, así que el lunes de resaca, algo de Cebralín.
Euros y más euros fomentando la economía local. Fuegos artificiales. Acaba la feria con más dolores que alegrías. Y a pesar de todo lo vivido, el buen sevillano aguanta hasta el final. El lunes vuelve al trabajo y cuenta sus peripecias, sus andanzas, sus gastos y la enésima riña porque se ha gastado mucho en Feria.
Al cabo de dos semanas, comienzan a llegar facturas de la luz, teléfono, contribución, gas, el recibo de 'El Corte Inglés', los libros del niño, la enciclopedia... Retahíla que resuena en todos y cada uno de los barrios sevillanos, indistintamente hombre o mujer. Y las dificultades siguen, hipotecados por el piso que se compró hace diez años y por diez ferias. Llega el verano y los del quinto se van a un cinco estrellas a La Manga. “No íbamos a ser menos”. Bueno, “nos vamos a Benidorm, y a un chalé”. Otro préstamo más...
Es la vida en muchas casas de Sevilla, por suerte en las que se puede hacer esto... Aunque cada vez pasa menos. Y pasamos más de nuestras tradiciones. No se ven mantillas por las calles y muchos en Feria parten hacia Chipiona, Matalascañas, Benalmádena... Se gasta menos y se vive mejor, dicen. “Que pongan las cosas más baratas, que ahora viene el verano”. Que cada uno haga lo que le plazca, pero que nadie nos robe esta forma de ver la vida.