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El taxi frente a Rosauro Varo y cia.

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04 sep 2022 / 05:30 h - Actualizado: 03 sep 2022 / 14:32 h.
  • El taxi frente a Rosauro Varo y cia.

Sin gas, sin agua, sin luz, retornan las historias de amor a la lumbre y prosperan los cursos de supervivencia que enseñan a generar brasa agitando ramas secas, el invento que nos condujo a la ahora maldita modernidad. Los caseros previsores apiñan la leña y el tabaco furtivo y me da que comprar braseros será la nueva prosperidad, más que un recuerdo perdido entre la montaña de hojalata de nuestro mercadillo del jueves de la calle Feria.

En los próximos días, el taxi se manifestará multitudinariamente en Bruselas y me gustaría brindarles algunos datos.

Cabify tiene su sede en Delaware, paraíso fiscal; sus empleados enferman en las interminables jornadas donde las horas extraordinarias quedan enmascaradas bajo el subterfugio de “comisiones” y, ni que decir tiene, los artilugios fiscales de tributación mínima, ante los que yace sumisa la voracidad recaudatoria de María Jesús Montero.

El empleo creado es basura y monitorizado mediante GPS hasta el menor movimiento e incluso los asalariados abonan de su bolsillo, las inevitables multas de tráfico que a todos nos caen cada año y que, ante la desidia judicial, pagamos sin rechistar con descuento.

En España, su máximo exponente es Rosauro Varo, que corre por los jardines de Moncloa con nuestro presidente Pedro Sánchez. No en vano, éste lo ha puesto a dedo como miembro del Consejo de Administración de Prisa, aquel periódico al que el propio Sánchez acusó de su defenestración como secretario general del PSOE., junto a todo el IBEX 35.

Varo es nuestro particular Ciudadano Kane y posee lo que nuestro insaciable número uno del tenis Nadal desearía para sí. (Rafa, no se puede tener todo). Si se quema su discoteca Pachá, aló Presidente te consigue una subvención con cargo a los fondos europeos del COVID, para edificar el mayor complejo hotelero del Sur.

Mientras esto ocurre, en la pandemia solo trabajaban los taxistas. Alguno de sus compañeros falleció infectado por el COVID, llevando a enfermos a los hospitales. A otros los he visto llorar tras el último trayecto de los agonizantes de la pandemia. Nadie hablará de ellos cuando hayan muerto, pero la pasta gansa, -que no falte- para Rosauro y cia.

A quien importa los seres humanos tras cada cabina. Pero son como Vd. y como yo. De carne y hueso. Encadenados a los volantes, mientras las obras se ensañan con la ciudad, que llegan las municipales.

Hemos reído mucho en el taxi; susurrado en sus asientos traseros en el ángulo muerto del espejo del conductor. Y ya que el alma me pide hablar de amor, seguro que hubo alguna vez en que alguien te sorprendió con un beso inesperado, como una cruz.

No puedo borrar el recuerdo de aquel taxista auxiliando a un atropellado junto al edificio de los Juzgados. Nadie quería montarlo en su vehículo, que la sangre mancha. Hasta los últimos senderos a los que aferrarse de radioterapia, los hacía el taxi marca Mercedes de mi amigo David. Y por poner, Pepote Borbolla, recobró su personal ordenador de excels aljarafeños, gracias a este colectivo.

Da igual que fueran rojos o nacionales. Con Franco, se les obligó a llevar gorra y cuentan que, en protesta, un día se las arrojaron a Carrero Blanco, a su paso por La Palmera.

El taxi es la esperanza del futuro –que es el ser humano- y no el clic del robot que rige las VTC. Por eso, cuando los taxistas sevillanos liderados por Antonio Velarde se manifiesten en Bruselas, deberíamos alegrarnos. Ellos han cantado hasta las glorias de Camarón, como el Rebusca, al que le pusieron un marcapasos con la misma numeración que su licencia de taxi, que no cabe más arte.

Con ellos –me considero uno más- he comprendido que la existencia consiste en aguantar hasta la siguiente parada y punto. Donde reina la injusticia, es un peligro tener razón.