En este país, hemos perdido la dimensión ética sobre los acontecimientos que nos rodean e incluso nos solazamos con el espectáculo de Rubiales haciendo el paseíllo entre los medios. Justo (el patrocinio de La Liga), los que le han llevado allí.
La influencia de los guardianes de la libertad en las resoluciones judiciales (Chomsky dixit) suele ser póstuma. Para cuando llega la Sentencia o el fallo, (es lo mismo, pero no es igual), lo único que te importa es que no te falten el diazepam y el sintron. La viagra hace mucho que la dejaste, o mejor dicho, te caducó.
En el caso de Rubiales, ya alguien le susurró al oído, que, con la dimisión, sus enemigos no pararían. En España, el periodismo deportivo–con alguna notable excepción- es el batallón Wagner de Putin. Y como da soldada, se han sumado mercenarios de otras especialidades.
Hay que ser canalla para usar como recurso las ayudas de comedor de tres niñas menores o mofarse de una pobre mujer sobre un vencido colchón en una Iglesia, en huelga de hambre.
Y es que nuestras madres siempre vieron remotamente. Sería porque aquella postguerra solo permitía mirar desde detrás de los visillos. Quizás a eso se refería el maestro Ortega y Gasset con que había de pensar en grande, desde más lejos. La parábola del poder es la hostia nuestra de cada día.
Mientras conspicuos pensadores se desgarran camisas por el beso de Rubiales, Arancha Sánchez-Vicario recurrre al viejo argumento –ya lo hizo Ana Mato o Cristina de Borbón- de que “mi marido era el que se encargaba de todo”. No en vano siempre la patrocinó aquella marca de pasta que se llamaba “La Familia”.
Rubiales es apolíneo e impoluto calvo. Roures, el probe Miguel y Tebas, rechonchos y nada de cipote. (con perdón para el editor). Estaba escrito.
Podría enredarme con Camus o Sartre. Ya saben, la vida no es justa. Basta una cifra de más en el análisis de orina, y a rezar con la madre de Rubi en dirección al sendero del Padre. No semos naide.
Así las cosas, he tomado dos decisiones:
1. Dejar la dieta. Mi “barriguita” es crónica, a pesar de los esfuerzos de Andrea. (no sé si llamarla preparadora o torturadora). Así, que he vuelto al chocolate y al queso viejo. Al que se adereza de aceite de oliva, con suerte, con la paga de Navidad.
2. Adquirir el test de embarazo del Betis, al que felicito en su 116 aniversario. Ahora tendré que buscar quién se preste, aunque las lenguas viperinas y el Doctor Criado, siempre afirmaron que el positivo es de natural rojo palangana.
Quiero creer que cada gramo que pierdo, es memoria desperdiciada de mis ancestros. No seré yo (ni Andrea), quien desposeerá a mi futura descendencia, de ese espléndido legado.
Así que se lo recomiendo a Rubiales. La veteranía es un grado. Prohibido flagelarse y nada de cruces. Si acaso solo una, como decía Sor Angela de la Cruz.
Lo del test lo veo más difícil, pero a él, le veo más opciones. Yo me conformo con el manque pierda. Ese recurso infalible según qué circunstancias.