Pasa la vida

El tiro de oro de España es olímpico y el de Irán es sangriento

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Juan Luis Pavón juanluispavon1
31 jul 2021 / 17:42 h - Actualizado: 31 jul 2021 / 17:43 h.
"Pasa la vida"
  • El tiro de oro de España es olímpico y el de Irán es sangriento

El primer oro conquistado por el deporte español en los Juegos de Tokio se ha acuñado en una de las mejores vertientes del programa olímpico: las competiciones mixtas compartidas por hombres y mujeres. Un feliz propósito tanto en las caracterizadas por la fuerza y resistencia, verbigracia el triatlón, como en las de técnica y precisión, y el tiro es una de ellas.

El madrileño Alberto Fernández y la cordobesa Fátima Gálvez, formidable tándem, sí tienen cara de haber roto muchos platos. Además, encarnan la amable evolución de deportes que tienen su origen en la tradición militar del uso de armas, o en el sometimiento violento a un rival mediante golpes o estrangulamientos. La popularidad de las retransmisiones televisivas olímpicas son el mejor efecto llamada para que jóvenes de cualquier país sientan en su fuero la llamada de la pasión hacia alguna de las modalidades que contempla. Y el estupendo ambiente de la final de tiro, tan normal y tan cordial antes, durante y después como cualquier otra de atletismo, remo, ciclismo, etc., no solo le viene de perlas a la cantera española. El movimiento olímpico internacional necesita campeones de escopetas en son de paz como Fernández & Gálvez, y no como el tirador iraní Javad Foroughi, oro en pistola de aire comprimido, que es miembro de la Guardia Revolucionaria Islámica, milicias utilizadas muchas veces para reprimir a los iraníes que piden libertad y justicia. Y formó parte de las enviadas a Siria por el Gobierno de Teherán para reforzar al tirano presidente Bashar al-Assad en la guerra civil que ha destrozado dicho país mediterráneo. Foroughi, que hizo un saludo militar cuando subió al podio para recoger la medalla de oro, simboliza el mayor quebranto ético en los Juegos de Tokio a lo que representa la llama de Olimpia.


Entren en la página web de United for Navid, organización iraní en defensa de los derechos humanos, que lleva en su nombre el de Navid Afkari, campeón de lucha libre, condenado a pena de muerte y ahorcado en septiembre de 2020 por la dictadura de los ayatolás, cuando tenía 27 años de edad, por haber participado dos años antes en una manifestación en protesta por las penurias económicas que sufren muchos iraníes. Las autoridades lo encarcelaron y le sacaron la confesión de haber matado a un policía durante esa manifestación. En el juicio, Afkari dijo que asumió en los calabozos ese crimen para liberarse de las torturas que le estaban infligiendo. Tras la condena a la pena capital, no solo organizaciones como Amnistía Internacional, o la Federación Internacional de Lucha, hicieron campaña para que no se llevara a cabo la ejecución. El presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach, llamó al líder supremo iraní, el ayatolá Alí Jamenei, implorándole clemencia. Ni caso. Afkari, a la horca. Es el mismo Jamenei que ha jaleado la victoria de Foroughi.

Verán en la portada de United for Navid un video breve de la jurista Shirin Ebadi, Premio Nobel de la Paz, fundadora de organizaciones como el Centro de Derechos Humanos y la Asociación para la Protección de los Derechos del Niño. La primera mujer que en su país consiguió ser juez. Hasta que los ayatolás prohibieron que continuara. En dicho video, Shirin Ebadi explica que las dictatoriales reglas de la tiranía religiosa condicionan todos los ámbitos de la vida iraní. También el deporte. Y han forzado a algunos de los mejores deportistas a huir de su país, por ser personas que no aceptan ser súbditos de un régimen. Ebadi exhorta a las organizaciones deportivas internacionales a reaccionar e impedir la participación de Irán en los torneos mientras no respete los derechos de sus propios deportistas. El COI no se ha atrevido al menos a una sanción simbólica, la de suprimir el uso de la bandera y del himno, como sí le ha aplicado a otra tiranía, la Rusia del todopoderoso Putin, al constatarse que su gobierno alienta el dopaje para ganar más medallas.

Si en los Juegos solo participaran selecciones de países indiscutiblemente democráticos, no se hubieran celebrado en Pekín, ni estarían ahora en Tokio delegaciones de Arabia Saudí, Bielorrusia, Cuba, Yemen, Guinea Ecuatorial,... Por eso los éxitos de los deportistas españoles se pueden celebrar por partida doble. Porque tenemos más libertades que medallas.