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Albatros

El traidor

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Jesús Ollero ollerista
03 jul 2021 / 04:00 h - Actualizado: 03 jul 2021 / 04:00 h.
"Albatros","Pedro Sánchez"
  • Pedro Sánchez. / E.P.
    Pedro Sánchez. / E.P.

Siendo plenamente conscientes de que la felicidad difícilmente dura y de que quien habla de estabilidad en realidad teme o quiere que dure lo justo, cambiar de idea de manera (más o menos) brusca es habitual, muy humano y puede que hasta necesario en ocasiones, pero hay que explicarlo bien, gestionarlo mejor y tener una hoja de ruta que merezca la pena el esfuerzo y proporcione un paraguas que soporte bien la tormenta. Es posible que mucha institución pública no aguante bien una auditoría estricta, pero lo que es seguro es que hay pocos políticos (digo pocos porque no los conozco a todos) que puedan aguantar bien la hemeroteca.

No quiero con esto defender el giro (brusco) que ha dado el presidente del Gobierno respecto a los indultos en Cataluña, sino entender el objetivo que persigue. Tampoco pretendo defender a Toni Cantó, que lleva tres partidos ya, lo cual me resulta particularmente notable por el poco tiempo que lleva en esto y por no ser un político al uso. Ni siquiera a Fran Hervías, muy de moda en la asombrosamente tensa relación Génova-Andalucía. Por no hablar de Jorge Verstrynge, adalid del podemismo después de haber sido delfín de Fraga, nada menos. Podríamos seguir así horas, porque ejemplos hay en todos los corrales de vecinos, qué quiere que le diga.

En el “no es no” y en el “con Rivera no” hay la misma proporción de pose que hemos visto en otros gobiernos de otro signo, en comunidades autónomas, en alcaldías, con otros temas y en otras situaciones. Los momentos son importantes y pueden determinar que se tomen decisiones no previstas, indeseadas, incluso contrarias a la lógica. «Algunos hombres cambian de partido por el bien de sus principios; otros cambian de principios por el bien de sus partidos». No me corresponde situar a ninguno de los citados anteriormente en los dos grupos que citaba Winston Churchill, pero parece evidente que los políticos cambian, son capaces de cambiar muchas cosas, muchas veces, y pretender tener razón siempre.

Con mayor o menor acierto, incluso con ningún acierto, es incuestionable que Cataluña requiere una gestión cautelosa y que ser inflexible no implica menor riesgo de ruptura institucional que ser demasiado flexible. Los indultos, discutibles desde cualquier punto de vista (político y social, y no digamos jurídico) no dejan de ser una rendija a través de la cual ‘invitar’ al separatismo a sentarse a hablar con otro rictus, y probablemente a transmitir que después de un aviso viene un golpe de autoridad. Parte de la prensa internacional, habitualmente poco pasional respecto a temas domésticos, otorga a Sánchez, al menos, la oportunidad de intentarlo y la posibilidad de equivocarse.

Es indudable que los líderes del independentismo catalán utilizan su rebeldía respecto a la legislación española para mantener de facto una postura de ruptura territorial. Las soflamas de los excarcelados tienen también mucho de pose, casi obligatoria en su caso, aunque hayan comprobado lo puñetera que es a veces la ley: “Si tienes que infringir la ley, hazlo para tomar el poder; si no es el caso, observa la ley” (Julio César). A fin de cuentas, manejan el gobierno catalán y condicionan al gobierno de la nación. Y pocas veces se han conseguido grandes cosas cumpliendo a rajatabla las reglas. Pero no tienen el poder, al menos no el que necesitan, no a ese nivel. El poder que otorga la ley. Así que toca observar, aunque algunos puedan sentirse nacionalmente traicionados.