La vida del revés

Elnaz Rekabi escala sin velo, desaparece y ¿pide perdón?

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18 oct 2022 / 15:28 h - Actualizado: 18 oct 2022 / 15:40 h.
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Elnaz Rekabi es una campeona de escalada iraní. Y en ese país, en Irán, obligan a las mujeres deportistas a competir con hiyab (lo que conocemos como velo islámico). Campeonas o no, las iraníes deben competir en el extranjero (dentro del país, por supuesto) con el hiyab colocado adecuadamente. No hacerlo significa multa o cárcel, incluso la expulsión del equipo nacional iraní.

Elnaz Rekabi decidió competir sin yihab hace unos días en Seúl (Corea del Sur), en plena crisis iraní, la que se desató tras la muerte de una joven que fue detenida por la policía islámica al llevar mal colocado el velo (Mahsa Amini). El gesto de la escaladora no es sencillo y hay que dar la importancia que tiene a un acto de valentía. ¿Por qué? Porque no se trata de una persona saltándose la ley a la torera y por las buenas o sin sentido. No, el asunto es que Rekabi ha elegido colocarse frente a la injusticia, a la falta de libertad, a un Gobierno déspota que pelea contra sí mismo desde hace años y es incapaz de arrimarse a la modernidad. Desde luego, el Gobierno iraní está más preocupado por su programa atómico o por vender drones a Rusia que por las mujeres que viven en ese país. Y todo en nombre de Dios, en nombre de una lectura radical de las sagradas escrituras islámicas. De momento, las protestas en Irán les ha costado la vida a más de 200 personas además de la de la joven Mahsa Amini.

En el momento de escribir esta columna, no se conoce el paradero de la escaladora iraní, no tiene el teléfono conectado, y se ha publicado un mensaje en su cuenta de Instagram en el que se pide disculpas por las molestias causadas y explicando que compitió sin velo por error. Nadie da crédito a estas palabras. En la embajada iraní se niega la retención de la deportista, claro.

Ningún Gobierno dispuesto a defender las libertades de hombres y mujeres, ningún Gobierno que quiera sobrevivir al futuro, puede encerrarse en sus propias carencias y liquidar las libertades de los ciudadanos.

Dicho todo esto, he de decir que si bien es cierto que el respeto por las culturas y las tradiciones distintas a las nuestras debe ser una constante, también lo es que la dignidad humana está por encima de cualquier otra cosa. Estos gestos deben ser aplaudidos y conviene alzar la voz y unirse a la protesta. Pero ojo con lo que hacemos y decimos. Y es que, últimamente, las redes sociales se han llenado de comentarios pidiendo el bloqueo internacional a Irán y casi, casi, una guerra que aniquile al ejército de ese país. Todo se parece mucho a las protestas cuando se abandonó a millones de afganos por parte de Occidente. Y terminará del mismo modo: olvido. Porque queremos cambiar el mundo desde el móvil, escondidos en una cuenta de Twitter y, por supuesto, así no hay forma. Y lo hacemos sin reflexionar mínimamente, sin parar a pensar en lo que somos y en todo eso que nos iguala a las gentes de otras culturas y otras religiones. No hace tanto que en los países cristianos se quemaba en la hoguera al hereje. Imaginen que mañana salta la noticia que hable de una secta en un país árabe que tenga como símbolo a un ahorcado que chorrea sangre de la cabeza a los pies, imaginen que los miembros de la secta celebrasen sus ritos con el ahorcado presidiendo la fiesta. Horrible ¿verdad? Ahora piensen en la imaginería cristiana. Un crucificado sangrando de la cabeza a los pies. Y, sin embargo, nos parece normal.

El problema no es que las mujeres lleven yihab; el problema es que eso es el reflejo de una forma de entender el mundo injusta y sin libertad; una forma de entender el mundo que ningún Dios ha querido nunca. Una forma de vida que, cuidado, tal vez no es tan diferente a la nuestra.