Ayer visité el Museo de Camarón, en San Fernando, su tierra, y me emocioné bastante. Me lo enseñó el escritor y poeta isleño Enrique Montiel, su primer biógrafo, lo que fue todo un honor. El museo es impresionante, de verdad, un edificio grande, bien diseñado y lleno de cosas del genio de los genios del cante. No es el primer museo dedicado a un cantaor, existe el de Juanito Valderrama, en Torredelcampo, desde hace dos años. No es por comparar, pero es bueno que se sepa. El de Camarón, al lado de la célebre Venta Vargas, es ya una realidad y servirá no solo para rendir honores al genio de la tierra, sino para reactivar la zona económicamente, que falta hacía. Siendo miércoles y con un calor espantoso, ayer había mucha gente en el museo y vi caras descompuestas ante los recuerdos de José Monge Cruz. Había personas mayores, adolescentes y niños, gitanos y castellanos, gente del país y de otros países, flamencos o no flamencos que aguantaban la respiración viendo un vídeo, el Mercedes o las camisas de flores perfectamente dobladas del maestro. Eché de menos algún rincón dedicado a la historia flamenca de la Isla de León, con figuras históricas como el Fillo y sus hermanos –Curro Pabla y Juan Encueros–, el bolero y cantaor Ramón Sartorio, María Borrico y su hermano, el Viejo de la Isla, y un largo etcétera. Es verdad que es el museo de Camarón, pero los citados artistas dejaron una solera flamenca, de arte, que le serviría a José para ser quien fue. No nace una flor de la nada y San Fernando siempre fue tierra bien abonada para el arte jondo. Camarón fue el elegido para recibir el legado, la esencia, la luz, y viendo el museo entiendes que fuera él y no otro el depositario. Murió con 41 años, en 1992, y en el museo hay cosas de media historia del cante andaluz. Pocos como él merecían este museo de lujo, porque gran parte de lo que es el flamenco en el mundo se le debe a su fama, a su arte enigmático, que traspasó fronteras. Al lado del museo está la Venta Vargas, que es otro museo, el lugar donde el artista comenzó a coquetear con el cante ante la mirada maternal de María Picardo y la salada brisa de Cádiz. Allí acabamos tras ver el museo, en la casa de Juan Vargas, con Lolo Picardo, Enrique Montiel, su hija Mari Carmen, Alejandro Luque, Quico Pérez-Ventana y el cantaor local Jesús Castilla. Un día para guardar en la memoria y el corazón, sin duda. Camarón vive, la Isla tiene más luz y Enrique Montiel es inmensamente feliz.