La Tostá

En el nombre de mi padre

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
17 jul 2020 / 08:00 h - Actualizado: 17 jul 2020 / 08:02 h.
"La Tostá"
  • Manuel Vallejo. / Andalucía.org
    Manuel Vallejo. / Andalucía.org

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Se van a cumplir sesenta años de la muerte de mi padre. Murió en el Hospital Central de Sevilla a la edad de 33 años, en la misma habitación donde días después, el 7 de agosto, murió el mejor cantaor de Sevilla, Manuel Vallejo. También estuve ingresado aquellos días, por endeblez. Un médico le dijo a mi madre que se llevara a mi padre a Arahal para que muriera en paz en su casa del Camino de la Mata, lo metió en un taxi y entrando en el pueblo, al amanecer, llegando a Los Tres Gatos, murió en los brazos de esposa y madre de sus tres hijos. Cuando lo enterraron mi madre fue a por mí al hospital y me contó que al verla, con solo 2 años y muy delicado de salud, quería romper la incubadora. Ya había entre mi madre y yo una conexión especial, que aún no ha muerto.

Una enfermera le dijo que cuando Vallejo se enteró de que había muerto el muchacho de Arahal, aficionado al cante, me visitaba por las noches en la habitación donde estaban las incubadoras porque le había afectado mucho que me quedara sin padre a tan corta edad y con menos carne que un pichirichi. Esto lo supe a los 50 años. Curiosamente, era muy joven cuando un día escuché al cantaor sevillano en un disco de pizarra y me enamoré de su voz. Escuchándolo en casa de mi madre, le dije que me hubiera encantado conocerlo y fue cuando ella me contó que él sí me conoció a mí, aunque metido en una urna de cristal.

Cuando se va acercando el aniversario de la muerte de mi padre me encierro siempre en una habitación con la luz apagada y una placa de Vallejo en el tocadiscos, en especial de fandangos. Y lloro por los dos, por mi padre y por Vallejo, hasta que no me quedan lágrimas que derramar. Acabo cantando, aunque sea una falta de respeto hacerlo después del genio de la calle Padilla, una copla que le saqué hace años a mi padre:

Nadie puede imaginar

lo que se quiere un abrazo.

Nadie puede imaginar.

Cuando se rompen los lazos

que alivian la soledad

y consuelan tus fracasos.

Sesenta años son demasiados sin un puntal del cante como Vallejo y sin el padre que apenas pude disfrutar. Les parecerá mentira, pero lo he tenido presente toda mi vida, y es mi principal referencia. Un día me dijo un amigo suyo de Arahal, el Chico Miriñaque, que andaba como él, con los pies abiertos, y me sentí tan orgulloso que no intento disimularlo forzando para corregir lo que no es un defecto físico, sino la herencia genética de mi padre. En su nombre, viva Manuel Vallejo, que cada día canta mejor.