Viéndolas venir

¿En qué quedamos, machos?

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Álvaro Romero @aromerobernal1
13 jun 2021 / 09:53 h - Actualizado: 13 jun 2021 / 09:55 h.
"Viéndolas venir"
  • E.P
    E.P

Esta semana se nos ha asomado al balcón de nuestra supervivencia moral el mal totalmente desnudo, impúdicamente abierto a la evidencia de que existe, como el infierno, aunque nos lo disfracen de metáforas. Claro que existe, y nos rodea. Y el crimen machista que ha perpetrado, con esa violencia vicaria que llaman ahora -el darte donde más te duele de toda la vida-, nos recuerda que sí, que existe la violencia machista y que se matan a mujeres, o peor, a sus hijos e hijas, por el simple hecho de ser mujeres. Pues bien, frente a tal evidencia, corroborada por esas cifras que asustan todos los años, los mismos que dicen que no existe vienen ahora muy bravos para gritar que a ese tío hay que cortarle no sé qué, freírlo no sé dónde, aniquilarlo de la faz de la tierra, como si ese mal que se diluye como el aceite entre nosotros se eliminara matando a alguien. Como si pudiésemos ponerle puertas al campo precisamente con toda esta gente que grita tanto tan a destiempo, tanto tanto tiempo para nada, el viejo discurso inútil de a ese tío lo cogía yo y blablablá.

Lo único cierto, tan desgraciadamente, es que a esas niñas las mató él y que, no satisfecho con ello, las metió en bolsas de basura y las arrojó al fondo del mar, al fondo fondo, como a un pozo oscuro donde nadie jamás pudiera encontrarlas. Pero las han encontrado, al menos a una, y ese descubrimiento nos ha helado la sangre al resto, aunque no todos pueden (o debieran) asombrarse con la misma intensidad. Hay un sector peligrosamente negacionista en esto también. Y a ese sector hay que preguntarles: ¿en qué quedamos, machos? ¿Existe o no existe la violencia machista? ¿Queréis que matemos a todos esos machos asesinos para acabar con su violencia o negáis su violencia pero después pedís su muerte? Vuestra incoherencia -vuestro silencio a destiempo, vuestro griterío cuando los demás callamos- da terror.

Y lo más terrorífico es que los incoherentes y los que no, los que llegan a asesinar y los que no, somos padres o podemos llegar a serlo. Y pensar que un padre puede llegar a rizar el rizo de la maldad usando a sus propios hijos de instrumento contra la mujer a la que una vez le dijo que la amaba es rizar el rizo de nuestro miedo como especie contra nosotros mismos.

Anoche, al irme a la cama, leí el mensaje de la placa que me regaló mi hija pequeña el día de los padres: “Te quiero, papá. Tú hiciste mi mundo”. Se me ha erizado la piel no solo porque también haya padres que lo destruyan, sino por la dolorosa certeza de que el mundo de nuestras hijas no solo lo hacemos nosotros. No solamente nosotros.