Pasa la vida

En septiembre no se acaba el mundo

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Juan Luis Pavón juanluispavon1
19 ago 2022 / 04:00 h - Actualizado: 19 ago 2022 / 04:00 h.
"Pasa la vida"
  • En septiembre no se acaba el mundo

Arrieros somos y en septiembre nos encontraremos. No aguardo hasta entonces para ofrecerles gustosamente una ración de tranquilidad. En septiembre no se acaba el mundo. Tampoco este año. Ni aunque se lo digan por WhatsApp. En septiembre lo único que se acaba seguro es agosto. También este año. Y llegará el día en que octubre tome el relevo en la garita del calendario. Tenga presente esta obviedad porque los publicistas del estrés posvacacional se relamen en las vísperas de su gozo para fomentar el auxilio a la inmadurez, pues se avizora que este septiembre del veintidós comparece con sobrepeso en el equipaje de lastres y preocupaciones. Simplemente porque, nada más y nada menos, desde antes de comenzar el verano se tornaba social y políticamente correcto jugar a la procrastinación para emplazarse en septiembre con todas las aristas de la realidad. Como si desde que salimos de simas como las de Atapuerca y de cuevas como las de Altamira no hubiéramos sido capaces de compaginar en todo momento los problemas y los relajos.

En la paulatina reversión de la escala de valores, se da por sobreentendido que entre junio y agosto es una obligación desconectar de la toma de decisiones, y durante mucho más tiempo que los 30 días de vacaciones reglamentarias. Mientras que afrontar en época estival los marrones de largo alcance es solo una opción que se antoja cosa de aguafiestas. Mayúsculo espejismo, porque nadie puede negar que cualquier día de cualquier semana de cualquier mes acontecen por doquier todas las vicisitudes que depara la vida, ya sean ilusionantes, insustanciales, incómodas o dramáticas. Ya sean predecibles o inesperadas. Todas llevan como pareja de hecho a la necesidad de tomar decisiones. En los partos y en los fallecimientos. En la compra de ropa y en las averías domésticas. En las empresas boyantes y en las que acumulan deudas. En socializarse con personas encantadoras o rehuir a las tóxicas. En consumir menos agua o abrir el grifo en demasía. En recortar gastos ante el acoso de la inflación o darle un bocado a los ahorros. Por ello, y por muchísimos ejemplos más que están al cabo de la calle, hay que minimizar la envergadura que se le presupone a septiembre como el mes de las incertidumbres. En puridad casi todas son hechos que están sucediendo desde hace bastante tiempo, cuyas causas y consecuencias son de dominio público... para quien tiene voluntad de formarse criterio sin apriorismos.

Ni agosto es un oasis ni septiembre es el acabóse. Ciertamente hay gente con vocación de postergar el reconocimiento de la verdad y los cambios inherentes. Se han criado en el pan para hoy y hambre para mañana. La dilación no sale gratis. Recuérdelo cuando dentro de un par de semanas le enfoquen con perspectiva abrumadora que coinciden el cambio climático, la sequía, la mortalidad bajo las olas de calor, la inflación, la guerra en Ucrania, el aumento del desempleo, la dificultad de subir adecuadamente los salarios y las pensiones, la hipoteca nacional de una deuda pública enorme,... Y no se olvide de la pandemia covid. Todos estos factores han sido y son compañeros de viaje en laborales, fines de semana y fiestas de guardar. Nos lo van a seguir poniendo difícil. Mayormente porque les hemos dado mucho tiempo de ventaja. Por eso le recomiendo que para tomar con sensatez y aplomo decisiones acertadas cuando le endosen miedo con el mantra de la tormenta perfecta, tenga en cuenta como referencia a quienes se han atrevido desde hace años en anticiparse a los males mayores y han demostrado con rigor y con ejemplos, sin temor a papanatas y tendenciosos, que es posible mejorar nuestro mundo con soluciones tanto a nivel individual como colectivo. Y no dejaron para mañana lo que debían hacer hoy.