En Sevilla no llueve ácido, sino agua

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17 abr 2022 / 07:52 h - Actualizado: 17 abr 2022 / 07:52 h.
  • En Sevilla no llueve ácido, sino agua

Si hay un barrio de Sevilla, en el que sigue oliendo a amianto y crepitar de caracoles y cabrillas, y donde en su derredor rondan los carritos de compra sobre los ahora adoquines de su calle principal, ése es el Polígono de San Pablo.

Su Hermandad –el pasado Lunes Santo- inició su tránsito desde la Parroquia de San Ignacio de Loyola quien primero fuera militar y luego Prefecto de los Jesuitas-. Siguen siendo la única Orden que aboca a la obediencia al Papa que otras niegan y más ahora cuando los vientos en la Iglesia se hunden en la realidad de las venas abiertas del ser humano y no en su fábula.

Pues sí, Loyola... quien negó por dos veces su elección y no la aceptó hasta la personal contrición de sus pecados, no en vano hasta la Inquisición le persiguió. Primero fue Ignacio y luego Arrupe, al que los jesuitas siempre veneraron con delirio en la penumbra, justo donde ocurre todo lo trascendente...

Hoy quiero referirme al Hermano Mayor de la Hermandad del Polígono, -que tiene nombre -José Luis Pérez Flores-; y que escribió historia oculta (aquí todo lo inoficial deviene hermético), cuando afirmó, -tres años después- al emprender su sendero catedralicio, que “en Sevilla, llueve agua y no ácido”. Y así, decidió “tirar palante» pese al pronóstico de noventa por ciento de precipitaciones, evocando con ello la inolvidable salida de la Virgen de la Estrella de Triana del año 1.932.

El Polígono, ese barrio que aun lleva estampitas de santos al doctor Antonio Leal, del Ambulatorio de El Greco que no se plegó a las directrices de quitarlas de su consulta. Orden dictada, por cierto, por la entonces directora nombrada por Susana Diaz, (ahora resulta que no estaba muerta, sino esperando el ocaso en Doñana desde su balcón trianero de la calle Pureza). El personal relato de aquel médico –que es más bien el de todos nosotros- jamás hubiera tenido eco de no ser por Amalia Fernández Lérida y ABC de Sevilla.

La víspera del gozo derrama agua y no ácido, claro que sí; como también sobre los voluntarios de la Hermandad de Santa Marta, aquella mujer rebelde de Betania, que fue a asir manos de refugiados ucranianos, gracias a su Hermano Mayor Antonio Tavora. Caritas Christi urget nos.

Cuenta la leyenda que un viejo capataz de pelo cano al que llamaban zorro plateado y de nombre Luis León, solía imprecar a sus costaleros de La Macarena mientras éstos cimbreaban su imagen universal, con un “ole los huevos verdes”, en loor –quiero creer- al color de sus túnicas.

Pues sí, arriba el tiempo de reposar sentimientos y nostalgias, alientos invisibles de todas las estirpes y familias en pos de las túnicas de esos monaguillos de pelo rizado, que inician su vida entre agua y ácido y que portan en sus titubeantes pasos el testigo y la memoria de padres y abuelos, desafiando la herrumbre que cierra los portones -otrora los abre-, en ese talismán borgiano en que radica el hecho de vivir.

No hay otra cosa que la pasión por el riesgo frente a las cadenas de la causalidad cotidiana y como colofón, tres años después, no queda otra que “ole los huevos” para ambas Hermandades del Lunes Santo. Entre el agua y el ácido. Como Ignacio de Loyola o Arrupe, ora la espada, ora la palabra...