Encarcelen a Trump

Image
10 ene 2021 / 07:46 h - Actualizado: 10 ene 2021 / 07:48 h.
  • Encarcelen a Trump

Fue John Reed, -el único americano que está enterrado en el Kremlin-, quien narrara la revolución rusa, en un libro al que llamó “Los diez días que conmovieron al mundo”.

Es un relato de amor, en el gélido Moscú de primeros de siglo pasado, en el que confluyen, desde un punto de vista occidental, los personajes más azarosos que haya dado cualquier hecho revolucionario triunfante en la historia de la humanidad.

Nadie podía imaginar que, un siglo después, pudiera vivirse un episodio semejante con la irrupción de los seguidores de Trump en el Capitolio.

Los medios europeos siguen censurando el análisis empírico de los hechos, relegando a olvido que, aquello que llaman populismo, en el caso de Trump, responde a un apoyo sociológico muy amplio en la América profunda. No en vano, en plena pandemia, y sin el horizonte –en aquel momento- de una vacuna, las diferencias entre Biden y nuestro protagonista fueron nimias.

Con demasiada celeridad, todos los representantes de los partidos, han repudiado lo que han denominado el “populismo”, ignorando todo un espectro de teoría política edificada sobre los mecanismos de participación de los ciudadanos en torno a la sociedad que quieren habitar.

Existe el populismo “desde arriba”; pero también “desde abajo”. Venezuela se encuentra en el primer estadío y Argentina, durante un largo periodo, se situó en el segundo.

De una manera o de otra, el populismo carece de ideología. No es de derechas, ni de izquierdas, con independencia de la utilización recurrente de determinadas figuras o personajes históricos en los que fundarse; esto es gratis y no genera derechos de imagen.

El populismo es el resultado de estructuras estatales débiles en términos democráticos y si a ello unimos pobreza, crisis económica, y desigualdad. (sería interesante descifrar en términos cualitativos los segmentos de población donde la pandemia ha hecho mayor efecto), concluiríamos que Trump no es un fenómeno de derechas, sino que representa a los más pobres de América, cuando dicho valor se presupondría del partido demócrata.

De igual modo, resulta discutible que Podemos sea una construcción de izquierdas, por cuanto si excluímos la base comunista y “a galopar”, ese segmento pertenece a los descontentos; a los que se ha sumado, de alguna forma, Vox, con análoga interpretación al otro lado de la carretera.

El populismo es, pues, un resultado de los déficits demócraticos. En España aun rige la Ley Mordaza y la población penitenciaria es la segunda de Europa. Somos los primeros en consumo de antidepresivos y el paro ha generado una inseguridad tal que no existe familia que no se quiebre de miedo e incerteza. De la separación de poderes ni les hablo. Incluso Paulo Coelho, es un habitual de las cumbres de Davos, como perro faldero al lado de la Botín o el propio Zuckerberg. Esto es, los libros de autoayuda, son la nueva religión del conformismo.

Lo que está acaeciendo no es más que la rebelión de los ciudadanos contra la oligarquía de partidos. Así es, no nos representan. Es por eso por lo que Twitter se atreve a cancelar la cuenta institucional de la propia Presidencia de los Estados Unidos, no sea que irradie.

Trump es afortunadamente historia. Pronto se asegurarán de que pacte no volver a presentarse, a cambio de aceptar su autoindulto. Pero habrá más asaltos, más fenómenos revolucionarios, porque los ciudadanos no van a la libertad, es la libertad quien viene en nuestra busca.

Por eso, -no lo olviden- el poder nos regala cada mañana una mascarilla...