Encuestas: ese género literario

truco o trato

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21 may 2016 / 21:58 h - Actualizado: 21 may 2016 / 22:05 h.
"Truco o trato","Elecciones Generales 2016"

Hay una generación que le debe muchísimo a las encuestas y es, década arriba o abajo, la mía, que se ganó alguna paga entrevistando a pie de calle, con lápiz, papel y cara de no haber roto un plato y usar colonia de Álvarez Gómez. Noble oficio, el de los analistas demoscópicos a los que les debemos el selfi de nuestra sociedad y que han demostrado que la opinión es una buena herramienta para el conocimiento. Expertos los hay, y serios, que desmienten ese adagio que define la estadística como el arte de torturar los números para que digan lo que uno quiere oír.

Dicho sea todo este preámbulo para recorrer las casi cuatro décadas de democracia (los totalitarios no hacen más encuestas que las de la unanimidad, si es que las hacen) y ponernos en el presente con un festival de encuestas previas a las elecciones que, imagino nadie tiene duda, forman parte del ambiente electoral. Si es que no son la campaña misma.

Después de las elecciones autonómicas de 2012 que auguraban al PP una victoria arrolladora, y con los resultados del PSOE que le permitieron hacer gobierno con Izquierda Unida, asistí a una reunión de expertos (que los tenemos y muy buenos en Andalucía) que debatieron sobre la brecha entre los sondeos y la realidad. Pero no solamente sobre eso sino sobre la calidad, y por tanto fiabilidad, de la mayoría de las encuestas que manejábamos con fluidez. Hubo un periódico que publicó una con un +/-20 de margen de error, imagínense, no punto arriba punto abajo sino un abismo que convierte en ciencia ficción cualquier previsión de resultado.

Como saben la legislación electoral en España prohíbe la publicación de encuestas una semana antes del día de las votaciones. Supongo que el legislador de la época lo hizo pensando en no contaminar los debates ni influir con los sondeos en la intención de voto. Algo que no ocurre en otros países de nuestro ámbito geográfico y político, en algunos incluso el día previo a la cita electoral se celebran debates y publican sondeos y no existe la llamada jornada de reflexión como tal. Lo que sí se controla, en la mayoría de los casos, es la calidad técnica de las encuestas que deben incorporar a sus resultados una ficha con su universo (número de encuestados) y otros datos que garanticen su fiabilidad o adviertan de lo contrario. Si preguntamos online estamos barriendo de un plumazo, por ejemplo, a más del 45 por ciento de la población andaluza que no lo usa. Si lo hacemos por teléfono fijo prescindimos igualmente de aquellas personas que no estén habitualmente en su domicilio o que incluso solo usen móvil. De todo hay. Incluso algún país prohíbe taxativamente encuestas que se publiquen y que no cumplan un mínimo de fiabilidad. Aquí no, aquí lo mismo comentamos la sesuda encuesta del CIS o Cadpea que otras escasamente solventes, como una reciente que se basaba en mil encuestados... para toda España. Y en base a eso, más ficción que toda la saga de Start Trek, opinan periodistas, politólogos, políticos y la parroquia en general.

Me recuerdan, perdonen la inconsistencia intelectual, al chiste del cojo, y que me perdonen también las personas con minusvalías físicas si les molesta la palabra. Aquel toro que se escapa y persigue a una multitud por las calles y el personal grita, «¡cuidado con el cojo, cuidado con el cojo!». Hasta que el citado, renqueante y con muleta, se para y dice: «¡Dejen de darle pistas, que el bicho escoja libremente...!»

Está claro que algunos han decidido a quién debe coger el toro el 26 de junio y están en su derecho, pero usar torticeramente a la opinión publica de capote es, si no ilegal, claramente antidemocrático.


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