Enrique Ponce y su novia, Ana Soria, han querido hablar para no escuchar cosas injustas sobre su relación. Empezamos mal puesto que alguien que se siente obligado a explicar su amor es que tiene un problema.
De todo lo que se dijo en el programa de Pablo Motos (la pareja fue entrevistada por el presentador que no dudo en blanquear todo lo que fuera necesario) me quedo con la intervención de Ponce cuando soltó que «la edad es un número que contamos desde que uno nace. Lo hacemos porque nos da por contarlo. Si no contáramos desde que nacemos los años que tenemos pues no sabríamos los años que tenemos». No me digan que no es una joya. ¡Qué profundidad, qué uso de las ideas, qué descubrimiento tan emocionante! Damas y caballeros, sabemos nuestra edad porque contamos los años que nos separan del día de nuestro nacimiento. Ponce es un genio, Ponce con la edad se ha puesto en modo dios.
A mí me da igual la edad que tienen Ana Soria y Enrique Ponce. Y creo que no hay que criticar estas cosas. Me gusta poco que un sujeto aparezca en televisión para confesar que fue infiel a su mujer desde mucho tiempo atrás, más que nada porque me parece humillante para ella. Puedo estar más o menos escorado hacia un lado u otro aunque no es relevante. Pero que un tipo diga que la edad es un número que contamos desde que uno nace y bla bla bla... me resulta grotesco porque pone de manifiesto que la televisión (el medio de comunicación más potente y poderoso de los que conocemos) está lleno de indocumentados y de tocinos. Hemos cedido demasiado terreno a idiotas, mediocres y asalta cunas. Y eso no puede ser bueno.