Entre Fidel y el Che...

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11 jul 2021 / 04:00 h - Actualizado: 11 jul 2021 / 04:00 h.
"Política","Pedro Sánchez","María Jesús Montero"
  • Pedro Sánchez. / EFE
    Pedro Sánchez. / EFE

Andalucía, en estos días, se ha transformado en un volcán, que arroja sus intestinos por la proa de sus playas. Un fuego que ilumina el verso y la vida, de solo derretirlas.

Y es que, en sus atardeceres, conviene recordar, ahora más que nunca, a Cortázar y retornar a su relato corto de final con aristas. Aquí ya nadie lo venera, y se privilegia el novelón felipista al modo de García Márquez. Si el segundo es Fidel, el primero es el Che...

Los andaluces nos hemos quedado en nada. La flama que devora hasta Doñana, no pasó de largo de Moncloa y salvo María Jesús Montero, ninguno de los nuestros resiste en el Consejo de Ministros.

Precisamente, un Juez nacido en Osuna, Juan Carlos Campo, ha sido el que ha entregado su propia cabeza, a cambio de liberar de la guillotina las de Puigdemont y Junqueras. Estos serán los que regirán el poder territorial en la España invertebrada de la que reniegan. Algo así como los Alba al servicio de los Borbones.

Primero fue Sevillana de Electricidad; más tarde Abengoa. Qué triste lo que dejamos hacer a los Benjumea, cuya absolución en la Audiencia Nacional, ni siquiera ha turbado. Perdida ya la causa, qué más dan el casco y la espada...

Nuestros Alcaldes, socialistas o populares, nombrados por Pedro o Pablo desde Madrid, y nuestra gente, sucumbiendo en la última regulación de CaixaBank o El Corte Inglés, pregunten en Linares... Aquí aun nos postraremos ante sus cajeros automáticos, incluso agradecidos por no proporcionar cambio. Qué más da, si son los patrocinadores de la Selección Española de Futbol...

Ah, por cierto, se me olvidaba, ningún jugador andaluz en ella, como si el futbol solo se practicara sobre la arena de la playa en lugar del sol sobre el albero amarillo...

Y es que hasta hemos devorado a un cancerbero como relato. Dónde queda el caracoleo, el taconazo o la espuela, cuando todos sabíamos que, sin marcar, qué más daría dejar la portería a cero...

Nos hemos vuelto serios, iracundos, solemnes hasta el fraude y entre mascarillas y vacunas, adónde fueron aquella risas, el jaleo, el quejío... Parecemos como aquellas cosas que engendran los matrimonios.

Unos ojos infantiles de color negro, simulan interrogarme, y es ahora el Levante quien me justifica en la respuesta.

No lo hicimos por miedo.