Entre Mariano Orta y María Salmerón

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12 jun 2022 / 05:00 h - Actualizado: 12 jun 2022 / 05:00 h.
"Tribuna"
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Cae una semana más. La última que precede las vacaciones escolares y las de los candidatos de sus promesas electorales.

Y se cierra con dos buenas noticias.

La primera, la puesta en libertad de Mariano Orta, un abogado onubense, abandonado por todos, que llevaba ocho años en prisión sin un solo permiso, por “injuriar” a un juez jerezano, al que atribuyó una relación con su esposa, previa a ser condenado por él en esa violencia a la que llaman de género.

Dicen que la prisión es un lugar presidido por el pavor, pero creo que en su caso habita fuera. Como decían los budistas, el terror surge como una alarma y en la justa medida que estás aferrado, justo la dimensión de tu miedo. Y es que a Mariano, sólo le queda como hogar la cárcel, pese a la sal cegadora de esos mares, que ya ni siquiera huelen a yodo.

Solo imploro para él, en ese corto intervalo aún por escribir, la no comprensión de quizás un único retrato en blanco y negro, de cuando hace ocho años y donde todas las ilusiones del mundo.

La segunda novedad, la entrada en prisión de María Salmerón. Algo que no puede alegrar a ningún ser humano, pero que pone colofón a la lucha de Antonio, -el padre de esa hija común-, tan solo por poder verla, él que la que ama con toda la intensidad de su alma. Nos quedamos aferrados a cuando eran pequeños, como si el tiempo no hubiera transcurrido. Pero me temo, querido Antonio, que ya no son los mismos. Nos los han robado e idos por siempre...

Gocemos, al menos, del momento álgido, que fue cuando el Tribunal Supremo anuló el indulto que le fuera concedido a Salmerón por Rajoy. Justo la decisión que arrancamos con Inma y que ha impedido ahora cualquier otra medida de gracia a quien de tanto te ha despojado.

Con estos dos capítulos, voy cerrando puertas, mientras bebo el licor caro de la melancolía, reserva exclusiva de los picapleitos, frente a los opíparos bufetes de claúsula cero o preferentes.

Ahora es el turno de las novias de Rubiales, robadas por algún canalla de puertas giratorias esperando salir del armario. Empiezo a intuir que, para Luis, el maleficio son las rubias. Para su consuelo, también otros nos despeñamos por las morenas, esas que ahora incluso presentan (aunque no sé si con o sin negro) novelas.

Se van evaporando las carpetas y se difuminan los escritorios. En el tintero, quizás Puigdemont y su defensa, el hecho histórico silenciado más remarcable de la última década en España.

Hay algo de despedida en los asuntos que concluyen. La lucha contra la injusticia es una obligación del individuo con la sociedad. Pero cómo ha pasado el tiempo que de repente son años y cómo no te me quitas de mis ganas, aunque ya nadie me vea contigo...