Eres testigo Sevilla que hoy intenté salir de nuevo a tu encuentro. Me vestí muy temprano de forma cuidadosa entre velados claros del amanecer, impaciente por verte un día más a pesar de mi encierro, aunque tu no me echaras tanta cuenta como yo lo hice contigo la ultima vez que nos vimos. Pero no me importa porque volver a ver tu grandeza y tu luz es un aire puro que me desgasta la garganta y destierra mi soledad nocturna cuando cierro mis postigos de las ventanas tras un día más de vírico castigo. La música ronca de los goznes al cerrar la puerta y pensar que no te podría ver hasta varios amaneceres me impidieron ayer conciliar el sueño y sólo tus recuerdos de la pasada semana me han hecho encontrarme con Morfeo de una forma tan sumisa que hasta soñé contigo.
Y ahora, a punto de salir a esta ventana entre rejas en la que me encuentro, pienso en tu figura humana que describes ternura que no tormento. Si me miras Sevilla, me pierdo; por eso, después, cuando acabe todo esto, no quiero que nos encuentren nunca cuando nos miremos a solas en nuestra esquina preferida. Es allí donde enloquezco como un loco envuelto en aire de amores para, a solas, recitarte mis versos. Ayer, amor, te confieso que en este laboratorio de clausura en el que me encuentro, te corté una flor para alegrar mi caridad yerta pues hace días que no te veo ni sé de tus sentimientos. Por eso, y antes de que algo me ocurra, estoy decidido, desde mi ventana, a que nos juremos amor eterno.
No permitiré que este tiempo me ofrezca interferencias cuando es tu amor lo que no quiero perderlo. Pero, si como tanto deseo, eres quien hoy me buscas, iré donde quieras a dibujarte en mi corazón como cual lienzo porque serás tú la que emanas amor y fragancia, amor y sentimientos.
Pero como en estos días no pude ir a verte, grité desde mi rincón buscándote, pero no tuve respuesta. Ni de ti, ni de nada. Sólo pensaba en el recuerdo lloroso de aquella fuente en la esquina. Y qué ganas tuve de llorar en ese momento. No tuve más remedio que decirle a la soledad que viniera a acompañarme en este maldito encierro pues te quiero tanto que necesito decírselo a alguien, aunque fuese llorando y con gran tormento. Ya ves soledad como todo se ha esfumado de repente y que otra larga noche me espera sin poder cantarle, sin poder decir a Sevilla donde me encuentro. Soledad, aunque me veas muriendo en estos días de confinamiento, encuéntrala y dile que me cante porque yo le dejaré mis más lindos versos. Soledad, vuela por este aire sevillano y hállala. Ya no creo ni en mi.
Al final, entre sombras de suspiros y pensamientos, pasaré una tarde más mirando tu paisaje triste porque esto no es un sueño. No sé si te quiero suficiente en estos días Sevilla, pero lo presumo y eso me hace valiente. Hoy he querido volver a buscarte, pero no he podido. No sé si estás Sevilla, pero no tardes en volver. Aún así, mientras llegas, amaré a esta soledad que me acompaña, a esta estrella que lleva tu nombre y que de tanta pena grita entre las calles que vuelvas ya. Pasa el día y pasan las horas de un Sol que también deja de apretar. ¿Acaso no has entendido Sevilla que necesito despedir a mi triste soledad?