Estados y naciones sin Estado

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19 feb 2022 / 12:31 h - Actualizado: 19 feb 2022 / 12:33 h.
"Tribuna"
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Los enemigos del derecho de los pueblos a decidir su futuro, enemigos del principio universal de las nacionalidades, acusan a autonomistas e independentistas —a estos más, que todavía hay clases— de pelear por una raya en un mapa. (Lo de “un” será porque depende quien sea propietario/a del mapa). “Los nacionalismos defienden una raya en un mapa”, dicen con tota alegría en el sentido de ligereza. ¿Quién no defiende una raya en el mapa). Es el principio de las naciones y de los estados. Con una diferencia fundamental: en el caso de las naciones, como entidades culturales e históricas, esa “raya” tiene sentido. Es justa. Responde a una situación de Justicia, pero existe para referenciar, no para dividir que sí es el caso de los estados. Estados son los actuales miembros de la Unión Europea y en general todos cuantos tienen un gobierno propio no sometido a otro gobierno superior. Naciones sin Estado son, entre otros muchos, Alsacia, Andalucía, Baviera, Canarias, Cerdeña, Córcega, Escocia, Euskadi, Ille de France, Nápoles, Rosellón, y todos los territorios cuya identidad está basada en su unidad cultural e histórica.

Los estados se han formado, siempre, de forma artificial. Las naciones son entes naturales, no son impuestas como los estados. Los estados se han formado, salvo honrosas excepciones, como podría ser el caso de Suiza, por conquistas guerreras: el pueblo mejor preparado, con más suerte o con ejército más numeroso y/o mejor entrenado ha atacado y vencido a otro ejército o, en muchas ocasiones, a una ciudad, zona o nación desguarnecida, sin ejército. Eso explica que casi siempre sean los más incultos y primitivos quienes conquistan militarmente a los más avanzados culturalmente. Aunque por su superioridad cultural, al final sean estos quienes terminen conquistando a aquellos. La primera es una conquista guerrera, sangrienta, esta última es una conquista espiritual, emotiva. Un ejemplo clave es España: Castilla-León conquistó Andalucía, por disponer de una clase dedicada sola a la guerra mientras sus víctimas se veían obligadas a simultanearla con trabajo y otras labores constructivas. Pero luego los atacantes adoptaron su cultura, pese que, a día de hoy, todavía no ha sido asimilada en plenitud. Después de adoptar su idioma, al que injustamente ha llamado “castellano”, el habla de las zonas del centro y norte peninsular cada vez se semejan más a la andaluza, camino de adoptar todos los giros que durante años han sido criticados a los andaluces, acusados de “hablar mal”.

Cuando hay enfrentamiento entre comunidades es raro, muy raro que ese enfrentamiento parta de la entidad cultural. Parte siempre de la entidad militarmente mejor preparada. El enfrentamiento entre un Estado y una entidad que propugna su independencia, siempre está protagonizado por el Estado, empeñado en mantener en su poder a la entidad precisada de libertad. Es lo que los enemigos del derecho de los pueblos, reconocido internacionalmente, llaman “poner una raya en un mapa”. El estado ya la ha puesto. El Estado marca sus diferencias con otros estados, por eso la UE no puede llegar a convertirse en Federación, mientras en todos los casos subsista el interés por mantener el gobierno del estado representado y los intereses supremacistas-mercantilistas de los más desarrollados. Los estados impiden la formación del ente superior que podría ser Europa, los estados, no las naciones, impusieron y mantienen las fronteras. Las naciones, por el contrario, están interesadas en formar parte de Europa en cuanto obtuvieran su independencia, por lo tanto es inmoral acusar a estas de “defender una raya en un mapa”; eso es lo que defienden los estados actuales. Las naciones, como entes culturales, suelen ser pacíficos. Los estados son los que hacen las guerras, hacia dentro y las exportan fuera.