¡Estoy en Hawai!

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19 jul 2022 / 06:24 h - Actualizado: 18 jul 2022 / 23:28 h.
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Ayer llegué a Honolulu, Hawai. Para mí, llegar a Hawai es mi “Viaje a la Luna”. Cuando Neil Armstrong llegó a la Luna tampoco es que fuera a hacer mucho más. Lo importante es... “¡que llegó!”. Llegar a estas rocas que sobresalen en medio del gigantesco océano pacífico son, para este niño que nació en Málaga en 1963, lo más cerca que estará nunca de sentir la proeza de Armstrong, es el espíritu de la aventura (una aventura mediopensionista, descafeinada, de pijo en avión, pero aventura, al fin) en su nivel máximo. ¿Cuántos malagueños o sevillanos (mi ciudad actual) han estado en Hawai?

Cuando era pequeño y miraba al cielo, rogaba que por lo menos una vez en mi vida me pudiera subir a un avión. ¡Una vez! Ahora, cuando he volado cientos de veces y he visitado cincuenta países del mundo y he llegado a Hawai, agradezco a la vida todo lo que me ha dado, a la ciencia y a la ingeniería permitirnos avanzar de tal manera que viajar se haya hecho popular y al capitalismo que el mundo se iguale, prospere, y permita que los precios se hayan hecho accesibles a más gente.

Estos tres últimos años, rememorando la epopeya de Magallanes y Elcano y leyendo sobre su penosísima travesía por el gigantesco Océano Pacífico intentaba imaginar su tamaño: si mirásemos la Tierra desde la Luna habría momentos en que toda la cara de la Tierra sería este enorme océano. (Por cierto: “La Tierra” debería llamarse “El Agua”).

Viajo por lo mismo por lo que leo y he leído: por conocer. En estas islas ya veo una naturaleza distinta a la mía habitual, pero lo importante no es lo que hay de distinto sino lo que me permite pensar sobre nuestras metas y los logros. Llegar hasta aquí es un símbolo. No me hace mejor ni peor, me muestra que me he ido proponiendo objetivos y los he conseguido: un día me propuse ser Director de Orquesta que era una carrera de 17 años de estudio reglado y lo hice y he dirigido más de 250 grandes conciertos en mi vida; un día me propuse ser Doctor en Filosofía y aunque tardé 24 años desde que empecé a estudiar en la Universidad, lo logré; y llegué a profesor de Universidad; un día me planteé escribir y he publicado 16 libros; con 18 años viajé con Interrail por toda Europa (de España a Grecia y de ahí a Dinamarca) y 40 años después llego a mitad del Pacífico. Pasiones inútiles dentro de una vida sin sentido, pero ¡qué energía me da el luchar por metas! Prefiero esta versión de mí que la del tipo sentado viendo la tele. Porque mientras hago todo esto crezco, apuro el cáliz, aprovecho el tiempo. Igual que el Mundo se planteó llegar a la Luna sin un objetivo de utilidad específico, yo llegué ayer a Hawai. Igual que le sirvió al Mundo llegar a la Luna para diversidad de cosas, espero que me sirva a mí para ensanchar mi conocimiento. Pero aprenda más o menos, lo principal es que ¡lo he hecho!

Soy de la generación que se enorgullece por crecer y cumplir objetivos. Vengan detrás los resignados que quieran, los que no compiten ni consigo mismos, los que van a ver los toros de la vida desde la barrera tecnológica. Yo estoy aquí, en el centro del Océano Pacífico (a doce husos horarios de La Campana, mi centro del Mundo) y estoy muy contento por haber llegado hasta aquí.

Muchos habrán hecho su viaje a la Luna: el Camino de Santiago, la subida a una cota de alta montaña, una marathon completa, una ruta ciclista, y sabrán de qué sensación les hablo. Somos una especie siempre en busca de nuevas motivaciones. Yo ya había viajado a Singapur, a Tailandia, a Shangai, a Chile y ya había tenido esta sensación, la de ser parte de ese espíritu humano imparable que, en la medida de sus posibilidades, intenta llegar “más rápido, más alto, más fuerte”, más lejos.