Ethan Edwards y masculinidades

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28 ene 2023 / 10:26 h - Actualizado: 28 ene 2023 / 10:33 h.
  • Ethan Edwards y masculinidades

Si el lector sabe quién es el personaje fílmico incluido en el título de este artículo, debe tener una edad respetable, cierta cultura general o ambas cosas. Si recuerda y le sigue impactando (cada infinita vez que lo contempla), el contraluz del plano final de Centauros del Desierto (The Searchers de John Ford, 1956), como un perfecto crisol de soledad, cruda dureza y sensibilidad existencial salvaje, no lo dude...según los intocables criterios actuales padece usted una masculinidad tóxica y debería ir a un curso de reeducación para poder seguir habitando en sociedad.

Me considero buen lector y lucho en compatibilizar vida operativa junto a ocio y formación, evitando la acumulación de ejemplares que inevitablemente confluyen con la cita semanal de cine en sala, la visualización de series que merezcan la pena, lo que pueda caer de teatro y la revisión de algún DVD de mi colección física, (sí...soy un ser analógico, lo confieso con orgullo). Por respeto al trabajo desarrollado en cualquier creación cultural siempre termino un libro (o una película), aunque a veces se ralentiza por la extensión del texto, la densidad del lenguaje, la necesidad de traducción o la consulta de conceptos. Sin embargo en algunos casos se me atraganta sin más, especialmente cuando toca una fibra interna mediante la innoble imposición de un discurso fácil y dogmático, costumbre cada vez más extendida.

En esa estaba hace unos cuatro meses cuando me atrae el título John Wayne que estás en los cielos. Masculinidades, cine y feminismo, escrito por Octavio Salazar Benítez con prólogo de Leticia Dolera. Sin prejuicios ni conocimiento sobre el primero, sí que identificaba a la actriz, directora y guionista con la serie Vida Perfecta como una buena mezcla de crítica, autoanálisis y sonrisa emotiva desde la perspectiva de tres mujeres que solo intentan buscar una salida a sus vidas. Dos temporadas con un buen punto de equilibrio expositivo y disección humana que se pudiera contraponer con alguna que otra declaración o polémica de la autora.

Volviendo a la lectura truncada del texto (que conseguí finiquitar recientemente), en un principio me sugería interés añadido por estar estructurado en base a pequeñas reflexiones sobre distintas películas con el nexo común de la masculinidad, pero en cuanto avanzaba en sus párrafos lo único que advertía era un soniquete cansino e inquisitorial sobre realidades que son ciertas, pero también sobre todos los tópicos críticos hacia la figura del cisgénero heterosexual actual. Si a lo último añadimos el cuestionable epíteto “blanco”, estamos ante una culpabilidad generalizada casi de pecado original, que se construye en base a una macedonia de neologismo estigmatizador con términos como deconstrucción, omnipotencia, desmemoria, homofobias, egocentrismo, dominación, heteropatriarcado, heteronormatividad, androcentrismo o cosificación...por citar algunos.

De todas las películas y autores o personajes analizados me resulta estridente e hiriente las calificaciones a tres de mis obras preferidas: Irrational Man vista como “defectuosa virilidad” (en realidad acusa directamente a Woody Allen de “misoginia y supremacía masculina”), Shame como “masculinidad maltrecha...prisionera de sí misma”, y Otra Ronda centrado en “mostrar espacios educativos que son reflejos de falsa igualdad”. Debemos haber visto películas distintas o el peso de mi toxicidad inherente hace que vea esos personajes por sus valores, independientemente de sus atributos (literalmente). Me apasionan lo que supongo son estereotipos de imposición heterosexual como Rick en Casablanca, Kurtz o Willard en Apocalipse Now, Ahab en Moby Dick, Armand d'Hubert de Los Duelistas, Pike Bishop en Wild Bunch, Ransom Stoddard o Tom Doniphon en el El hombre que mató a Liberty Balance...pero con la misma intensidad y el mismo rango de idealización también me conmueven Álex y Mónica en Ficción, Pauline y Jean en La viuda de Saint-Pierre, Justine y Claire en Melancolía, Thomas Edward Lawrence en Lawrence de Arabia o James Whale en Dioses y Monstruos... por si no queda claro, aprendo en valores y admiro como referentes a seres humanos o personajes, sea cual sea su genitalidad o con quién deciden compartir lecho.

Puestos a confesiones personales sobre conformación de identidad masculina y para que sirva de exculpación preventiva, mi infancia y adolescencia en la Sevilla de los 70 y 80 no es que fuera precisamente idílica. Lo que hoy es ya definido como acoso escolar, se queda corto con una época en la que algunos recibíamos una violencia física, intimidatoria o incluso sexual en entornos escolares de un solo género, con ese terrible silencio interiorizado de disciplina carcelaria que campaba entre alumnado y docentes. A ello añádase la experiencia traumática del asalto constante en la calle por niñatos delincuentes no escolarizados o el dogmatismo de la religiosidad represora y oscurantista del momento, e ignoro si con retrospectiva, salí de esa etapa con una sexualidad medianamente sana o una estabilidad emotiva y duradera. Probablemente arrastre taras, pero tengo claro que el cine no fue, ni es la peor de mis influencias, todo lo contrario.

Lo lamento, pero se incurre en cierta clase de racismo, androfobia o misandria si se afirma por defecto que el hombre blanco heterosexual es depositario del mal. Sería la misma barbaridad que identificar nazismo con ser alemán, que la avaricia es judía o robar con ser gitano. En este sentido y por lo que afecta al ámbito creativo, se debería cotejar la libertad inspiradora con la valoración ponderada, y todo a su vez conectado con la válvula de escape que constituye la sana transgresión o la autoafirmación de la identidad propia como cada uno/a/* quiera verlo. Los modelos de masculinidad que llamamos tradicionales deben ser juzgados en su visión moral en la medida que incurren en machismo soez o violencia injustificable, pero no debe haber miedo a derivas artísticas donde el humor y el ingenio mueva el suelo que pisamos todos.

Aplaudo hasta la publicidad gamberra de series como Machos Alfa (creada por Laura y Alberto Caballero), porque es todo un soplo de aire fresco que reparte estopa a todo cristo, desde conceptos machirulos al posfeminismo pasado de frenada. Sus personajes están construidos, desmantelados y vueltos a diseccionar en una crisis que es más común que particular, porque todos viajamos en el mismo barco de estos tiempos de tempestad y zozobra. Por ejemplificar a modo de conclusiones...creo innecesario una época y modos que hace pedir disculpas a Paco León por escenas “reconsideradas como violación” en la genial Kiki, manda quitar una etiqueta de vino por puro talibanismo casi puritano (Demasiado corazón), o genera un auto-revisionismo-censura conversa con su propia obra gráfica (Raquel Córcoles). Quizás esta nueva casta política peca realmente de soberbia infantil (calificativo reciente y ajeno a mi persona), y tal vez debería revisar sus principios y actitudes en ocasiones coercitivamente gratuitas, si lo que se persigue es un mundo más justo e igualitario, claro.