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Cofradías

Evangelizar en las calles

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30 mar 2023 / 04:58 h - Actualizado: 30 mar 2023 / 04:58 h.
"Cofradías","Cuaresma 2023"
  • Evangelizar en las calles

En tan solo horas las hermandades del Viernes de Dolores y Sábado de Pasión estarán presentes en las calles de sus barrios, y en dos días se abrirá la puerta de San Miguel para acoger las estaciones de penitencia de las hermandades históricas, que lo hacen en las nueve jornadas que transcurren de Palmas a Pascua de Resurrección. Se dice muy frecuentemente que las hermandades salimos a evangelizar, que es nuestro fin principal. Se ha convertido en una frase hecha que se repite en los medios, en las propias hermandades y en nuestras parroquias, que son la unidad esencial de la Iglesia local. Querría aprovechar la columna de hoy para hacer algunas reflexiones en voz alta.

Vivimos tiempos de plenitud en nuestras cofradías, al menos en lo que se refiere al esplendor del culto externo, y a la extraordinaria proyección social y mediática que alcanzan. Algún amigo italiano se sorprendía de que las imágenes sagradas ocupen en España portadas de periódicos y revistas. Pero nada de triunfalismos. Es cierto que no sólo hay tolerancia institucional y pública hacia nuestras cofradías, sino colaboración y apoyo, que consideramos necesaria y sincera como ciudadanos. Es señal inequívoca del peso específico que hemos logrado alcanzar sociológicamente los cofrades, pero no debemos llamarnos a engaño. Este momento de esplendor lo hemos alcanzado en medio de una vorágine nacional -y mundial- de laicismo y arrinconamiento de la fe cristiana.

Estamos todos de acuerdo en que es preciso evangelizar. Y hay que comenzar por dentro. El pequeño universo de las hermandades y cofradías, que no puede incardinarse en otra realidad que no sea la Iglesia Católica, puede verse amenazado en su integridad - en su esencia religiosa- si la formación y el testimonio cristiano, traducidos en el culto y la oración, no se afianza en sus miembros.

Evangelizar propiamente es una tarea mucho más elevada que la de hacer procesiones, dicho sea, con todos los respetos. Evangelizar supone dar a conocer la fé -catequesis- y dar testimonios coherentes de vida cristiana -misión y vida-. Pero qué duda cabe de que las estaciones de penitencia son oportunidades únicas para manifestar la fe en público – testimonio-, para hacer penitencia personal (lo que puede servir de ejemplo) y para catequizar y dar a conocer el mensaje cristiano a los alejados.

Contamos para ello con dos elementos preciosísimos: las Imágenes Sagradas -con todo el patrimonio artístico que las envuelve- y los propios rituales. Lo patrimonial y lo ritual (que es también en gran parte patrimonio inmaterial). Ambos elementos apreciados por la Iglesia, pero también por los estudiosos de la antropología y el arte, y amparados por el poder público por su valor cultural y simbólico, al expresar como ningún otro las peculiaridades de la colectividad. Pero hemos de ser conscientes –los protagonistas inmediatos en primer término- de que luchamos por preservar unos rituales que están nutridos y mantenidos por la fe, y que sólo deben explicarse por nuestra fe católica.

Sin duda existen riesgos de disociar rituales cofrades y fe. Tal vez esa disociación se produzca en miles de espectadores y en muchos de protagonistas anónimos de nuestra Semana Santa. ¿Cuántos hermanos nazarenos tendrán una fe tibia, testimonial, o profesarán en la práctica un agnosticismo y relativismo moral? ¿Cuántos saldrán simplemente por tradición “sevillana” (léase por identidad ciudadana) o por costumbre familiar? No se trata de rechazarlos ni de escandalizarse sino, sino de ser conscientes ante el problema para tratar de atajarlo, en un contexto difícil de laicismo y progresiva banalización de lo religioso en nuestra sociedad.

La fenomenología religiosa –el estudio científico de la religión en la historia de la humanidad- gira en torno a los conceptos básicos del mito y el rito, siendo el rito la acción sagrada, y el mito la palabra sagrada que sigue a la acción, que la dota de contenido y la explica. Son muchos los antropólogos –recordemos a los grandes Malinowski y Lévy-Bruhl- que insisten en la correlación o correspondencia entre rito y mito, en cuanto dos realidades que, de manera ideal, se complementan recíprocamente. Pero sucede, a veces, y así lo constata el profesor Geo Widengren (uno de los mayores fenomenólogos religiosos de nuestra era) que los ritos o rituales pueden separarse de los mitos –del contenido religioso- y pueden superponerse en su significación social, hasta el punto de que pueden pasar de una religión a otra sin cambiar de forma. Por decirlo de otras palabras, que pueden terminar pesando más los ritos o rituales que el contenido al que vienen a servir –el contenido del mito o explicación sagrada de la realidad-. Más claramente aún: que probablemente los rituales de las procesiones y el culto a las Imágenes se han superpuesto a la religión cristiana, pero que existieron en un mundo pagano anterior. Historiadores y antropólogos culturales refuerzan esas tesis. Vamos, que en Andalucía se procesionaba a la diosa fenicia Astarté o a la romana Minerva siglos antes que procesionáramos a la Santísima Virgen María, como si lleváramos este tema en la “genética cultural”. En definitiva, que corremos el riesgo de conservar y perpetuar rituales de manera espléndida, pero olvidando el sentido trascendente al que sirven. A ello contribuye desde luego, acentuándose entre los más jóvenes, el neopaganismo imperante en el mundo occidental y el particular anticlericalismo radical que a veces sigue aflorando.

Quisiera dejar las citas científicas para tomar tierra. A veces nuestros propios ojos críticos descubren esplendorosos rituales cofradieros que son perfectamente compartidos por los que no profesan la fe, y por los que se acercan a la tradición y cultura popular soslayando la matriz religiosa. Vaya por delante que para ello nacieron también nuestras cofradías: para dar testimonio -a los que creen y a los que no creen- de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor; para dar testimonio de fe a María Santísima; para adorar al Dios vivo de la Eucaristía por nuestras calles cuando llegue el Corpus. Creo que es momento idóneo para que todos recordemos esto. Que nuestra Semana Santa sea lo más espléndida posible en sus estaciones de penitencia. Pero sobre todo que sea auténtica. Y que logremos convencer a muchos de esos agnósticos o tibios en la fe, que se acercan a contemplar nuestras salidas procesionales sólo por sus valores culturales. ¡Una buena Semana Santa a todos!