Los medios y los días

Expulsar la estupidez: Madrid, primer paso

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05 may 2021 / 04:19 h - Actualizado: 04 may 2021 / 22:20 h.
"Los medios y los días"
  • Expulsar la estupidez: Madrid, primer paso

No se trata de vencer a la izquierda o a la derecha sino de expulsar de nuestras vidas a la estupidez y la ignorancia. La izquierda es una cosa y la estupidez y la ignorancia otra bien distinta. La derecha es una cosa y la ignorancia y la estupidez otra. Si no expulsamos a la estupidez estaremos insultando a los grandes cerebros de la historia de las ideas políticas de uno y otro signo, cerebros con los que nos hemos formado. En su ensayo Las leyes fundamentales de la estupidez humana, el socarrón historiador de la economía Carlo M. Cipolla afirma que es necesario neutralizar la estupidez dado que es “una de las más poderosas y oscuras fuerzas que impiden el crecimiento del bienestar y de la felicidad humana”.

La primera estupidez que estamos aguantando es la de la igualdad humana, algo que conduce a que millones de mediocres se sientan como peces en el agua mientras que quien se esfuerza se desilusione y a que pueblos enteros hayan sido condenados a la decadencia frente a sus rivales de otros pueblos o naciones. Cipolla apunta, por el contrario: “Tengo la firme convicción, avalada por años de observación y experimentación, de que los hombres no son iguales, de que algunos son estúpidos y otros no lo son, y de que la diferencia no la determinan fuerzas o factores culturales sino los manejos biogenéticos de una inescrutable Madre Naturaleza. Uno es estúpido del mismo modo que otro tiene el cabello rubio; uno pertenece al grupo de los estúpidos como otro pertenece a un grupo sanguíneo. En definitiva, uno nace estúpido por designio inescrutable e irreprochable de la Divina Providencia”.

Ahora bien, como Cipolla, al igual que yo, es consciente de que la estupidez de los estúpidos, cuando lee lo anterior, inmediatamente -debido a los citados factores genéticos que lo llevan a no dar más de sí- te acusa de nazi, se ve obligado a puntualizar lo que no debería ser puntualizado si no fuera por la existencia obvia de la estupidez: “no soy un reaccionario que pretende introducir de nuevo furtivamente discriminaciones de clase o de raza. Creo firmemente que la estupidez es una prerrogativa indiscriminada de todos y de cualquier grupo humano, y que tal prerrogativa está uniformemente distribuida según una proporción constante”.

Por tanto, la estupidez es mayoritaria y abunda por todas partes, yo mismo puedo ser un capitán general de la estupidez y por eso no me atrevo a gobernar un país. El problema es que España está gobernada políticamente por la estupidez y esa estupidez es, por ahora, monopolio de la izquierda o, mejor dicho, de una izquierda concreta que no debería llamarse así por respeto a la propia izquierda. Y hay que librarse de esa estupidez lo antes posible y por medios democráticos, esto lo digo para que los estúpidos no se alteren demasiado porque ellos viven mucho mejor en la llamada democracia, en la democracia esta que tenemos la estupidez se desenvuelve mejor gracias a que está abrigada por la posmodernidad. La estupidez se cree revolucionaria, algo que se deriva de su innata ignorancia que la lleva a inventar la rueda todos los días.

Últimamente se han editado más textos sobre la estupidez porque el de Cipolla es de 1988 y sostiene que la estupidez es inseparable de la historia de los seres humanos. Para mí, Cipolla es un clásico ya. Sostiene que “una persona es estúpida si causa daño a otras personas o grupo de personas sin obtener ella ganancia personal alguna, o, incluso peor, provocándose daño a sí misma en el proceso. Y, además, que “una persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que puede existir”. ¿Por qué? Porque: “Una persona es estúpida si causa daño a otras personas o grupo de personas sin obtener ella ganancia personal alguna, o, incluso peor, provocándose daño a sí misma en el proceso”. En efecto, una persona estúpida hace daño a la colectividad y se causa un daño tremendo, al final se convierte en un bufón y nadie puede confiar en ella por su indudable y empírica estupidez

Puede que yo sea un estúpido, no lo sé, pero sí sé que llevo años aguantando a los estúpidos que no están en sus casas o en centros superiores estudiando -algunos hasta en el colegio- sino en presidencias y ministerios, por ejemplo, y en distintos recintos de poltronas varias. Creo que Madrid ha dado un paso relevante para combatir la estupidez. Ahora espero que no se apodere la propia estupidez de los más votados y sean la punta de lanza para expulsar del resto de España la estupidez manifiesta y explícita que nos tortura. Más democracia platónica y menos papanatas.