La vida del revés

Federico García Lorca, de pronto, llenó el mundo, mi mundo

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05 jun 2023 / 14:09 h - Actualizado: 05 jun 2023 / 14:20 h.
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Creo que esto que voy a contar ya lo he dicho en público alguna vez, pero la ocasión merece la pena y lo repetiré a riesgo de ponerme pesado.

Siendo un chaval, me castigaron a estar un mes sin poder disfrutar del tiempo de recreo en el patio del colegio; así pasé los siguientes treinta días encerrado en la biblioteca. Cuarenta y cinco minutos diarios. El primer día estuve mirando las musarañas. El segundo también. Pero el tercero decidí que no podía sobrevivir a ese aburrimiento y dejé la soberbia a un lado. Me di la vuelta (tenía una librería enorme a la espalda) y cogí un libro al azar (no tanto puesto que el que me llamó la atención por su grosor y su color fue uno y nada más que uno). Era un ejemplar de las obras completas de Federico García Lorca, encuadernado en piel y de tapa flexible, editado por la mítica Aguilar. Me sonaba el autor (poco) y no podía llegar a intuir lo que me esperaba en aquellas mil y pico páginas de ‘papel biblia’. No podía saber que aquel libro y aquel autor iban a ser la causa de una de las tragedias que han marcado mi vida. Y es que al terminar de leer (me lo metí entre pecho y espalda en veinticinco días), al finalizar mi castigo, había decidido ser escritor, costase lo que costase. Quería ser escritor, quería ser como García Lorca. Y eso es un drama de los gordos.

Me entusiasmó, especialmente, el teatro de este genio. ‘La casa de Bernarda Alba’ me hizo temblar de la emoción y del miedo al mismo tiempo. El destino quiso que, pasados los años, viviera una situación en casa similar a la que cuenta Lorca al final de la obra, pero eso es harina de otro costal. ‘Yerma’ me llegó al corazón y fue la primera vez en mi vida que intenté comprender las diferencias que existen entre la mirada ejercida sobre la realidad de una mujer y un hombre. Algunos versos me los aprendí de memoria y sigo recordando muchos de ellos...

En fin, Federico García Lorca me abrió las puertas de la literatura de par en par.

Hoy hace ciento veinticinco años que nació en Fuente Vaqueros y, ahora, sigue enterrado en alguna cuneta perdida y olvidada. El 18 de agosto de 1936 alguien le asesinó sin piedad por ser artista y por ser gay. Y no puedo dejar de recordar esto que dijo: ‘Hay cosas encerradas dentro de los muros que, si salieran de pronto a la calle y gritaran, llenarían el mundo’. Y quiero pensar en los muros de aquella biblioteca escolar, en las cosas que salieron gritando de aquellas páginas y en cómo se llenó mi mundo para siempre. Lo pienso y me sigo emocionando del mismo modo que ese instante en el que cerré el libro.

Por cierto, muchos años después de aquello, regresé al colegio con un ejemplar nuevo de las obras completas de García Lorca. Lo había encuadernado en piel. Y pedí que lo cambiaran por el que estaba en la biblioteca, ya viejo y machacado. Al escuchar mi historia, el director del colegio accedió y tengo el libro en casa.