Tribuna

Feminismo partidista

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08 mar 2019 / 13:25 h - Actualizado: 08 mar 2019 / 13:40 h.
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Cuando Virginia Woolf escribió Una habitación propia trató de reivindicar que la mujer se encontraba con una serie de obstáculos que le impedían formar parte de la élite pensadora y literaria. El propio título ya era toda una declaración de intenciones: la mujer necesitaba una habitación propia, un espacio íntimo que trascendiera lo meramente físico para poder escribir. Aunque la mujer de hoy se enfrenta a nuevos retos, la “habitación propia” puede seguir sirviendo como metáfora de todos aquellos obstáculos que frenan a las mujeres en sus vidas profesionales y personales.

Con el paso de los años el ensayo se convirtió en obra de cabecera de la causa feminista, pero lo que probablemente habría sorprendido sobremanera a Woolf sería el uso torticero y partidista que harían las siguientes generaciones de la causa a la que dedicó su vida y obra.

La sociedad ha asistido en la última década a una pugna feroz entre los partidos políticos para apropiarse del movimiento feminista. Y, aunque tradicionalmente el feminismo ha estado más ligado a ideologías izquierdistas, ahora la lucha se plantea – o debería plantearse- de forma transversal. En los últimos años el concepto “feminismo” había virado considerablemente hacia una frontera entre el rechazo y el miedo, hasta el punto de que algunas de las feministas veteranas que habían promovido allá por los años 70 y 80 la segunda oleada no se reconocían en el nuevo movimiento.

De ellas tomaron el testigo las nuevas generaciones de mujeres, que encontraron un mundo más fácil en términos de igualdad que el que les había tocado vivir a sus antecesoras. El feminismo tomó un nuevo rumbo sirviéndose de los medios a su alcance: las redes sociales. Con la llegada de las plataformas digitales los mensajes se multiplicaron, pero pronto el movimiento empezó a confundirse con otra serie de derroteros que poco tenían que ver con su esencia. El feminismo empezaba a ser visto como una ideología radical que promovía el odio hacia los hombres y que centraba su discurso en cuestiones más superficiales como la vestimenta o la depilación, y pocos se atrevían a adscribirse públicamente a la causa.

En los meses previos a la celebración de la ya histórica huelga feminista del pasado 8 de marzo de 2018, los colectivos feministas lograron unirse para recuperar la igualdad como reivindicación primera en un grito conjunto que congregara a miles de mujeres y hombres en las calles de las principales ciudades de España. Desde aquel momento los partidos de izquierda trataron de apropiarse de la reivindicación feminista para sacar rédito electoral, mientras que los de derecha se mostraban reticentes y huidizos ante una iniciativa que consideraban radical e innecesaria.

Este año las tornas han cambiado. El múltiple y convulso período electoral en el que nos encontramos, sumado a las recientes cifras que revelan que el 60% de los votantes indecisos son mujeres, han propiciado gran variedad de estrategias -en lo que concierne al feminismo- por parte de los distintos partidos que forman el espectro político español. El caso más llamativo es el de Podemos, que ahora ha pasado a llamarse Unidas Podemos; y que, aunque defiende su decisión excusándose en la necesidad de incluir al vocabulario en “la lucha contra el patriarcado”, ésta parece más bien una decisión de carácter electoralista. Mientras tanto, el PSOE sigue envolviendo sus discursos en esa especie de papel celofán feminista para tratar de sacar a relucir medallas pasadas.

Por su parte, las derechas –con la clara excepción de VOX- han caído en la cuenta de la necesidad de cambiar la línea que seguían anteriormente y acercarse a las posturas feministas, pero eso sí, sin que lo parezca mucho. Por un lado, el PP ha optado por tirar de figuras femeninas del partido para protagonizar un vídeo titulado “Muchas dicen, nosotras hacemos” en el que las dirigentes repasan todas aquellas medidas que consideran que su partido ha implantado en materia de igualdad. Pero ahí no queda la cosa, Ciudadanos (en un claro empeño por evitar el posicionamiento) ha dado el paso definitivo creando su propio feminismo: el “feminismo liberal”. Un nuevo nombre para designar a algo que ya existe, pero que permita a su partido desvincularse de todas aquellas connotaciones que puedan perjudicarle.

Flaco favor le hacen a la causa los partidos que la enarbolan y la dividen a su antojo, moldeándola de forma conveniente hasta que deje de ser un activo político más y pase de moda. Poco hacen por la igualdad aquellos que dedican estos días a llenar las agendas políticas de actos y celebraciones, y de discursos que apestan a feminismo impostado; en lugar de fomentar la educación en la igualdad, de derribar las barreras entre géneros, de luchar contra el techo de cristal y la violencia de género.

Se irán estos días, pero no se irá la brecha. Y seguiremos necesitando una habitación propia.

Elena Ruiz Cabezuelo es graduada en periodismo y Máster en Comunicación Institucional y Política por la Universidad de Sevilla.