Feria de septiembre y otras historias

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22 sep 2018 / 19:53 h - Actualizado: 22 sep 2018 / 19:53 h.
"La trastienda hispalense"

Donde dije «digo», digo «Diego». El Correo de Andalucía no cierra sus puertas, como yo dije desde la barra de mi trastienda, en la que poco después de airearlo a los cuatro vientos, entraron unos amigos, parroquianos de la misma y habituales al centenario rotativo, y me dijeron que «de eso nada», que yo estaba totalmente equivocado, que El Correo de Andalucía va a comenzar una transformación y evolución de vanguardia en pro de muchos años más... Ea, po’ vamos a tomarnos una copita para brindar por la noticia, así que rectifico y que la Virgen de los Reyes guarde por muchos años al viejo decano de la «buena prensa».

Y ahora, me remonto a la reconquista de nuestra ciudad para ser pregonero por sus calles y plazas, diciendo: «Otorgo, para la ciudad de Sevilla y para siempre, dos ferias anuales: una por cincuesma (fiesta de la Pascua del Espíritu Santo) quince días antes o quince días después, y otra por San Miguel, quince días antes o quince días después». Esas eran las palabras, más o menos, que el rey Alfonso X el Sabio pronunció el 18 de marzo de 1254 para oficializar las dos ferias de ganado y agricultura más importantes de la época. No obstante, el denso y constante comercio de la ciudad justificaba la falta de interés de las Ferias en Sevilla que, aún francas de impuestos, desaparecieron, siendo sustituidas por otra que se celebraba a mediados de agosto y que se mantuvo hasta 1432. Desde entonces hasta la actualidad una magna enciclopedia de sucesos y circunstancias en ambos festejos han derivado en una gran Feria de Abril, la mejor del mundo en su género, y otra, restablecida en 1875 y desaparecida en 1936, que aún conserva y vitorea el nombre de San Miguel gracias a las corridas de toros que la Real Maestranza exalta sobre el dorado albero del coso sevillano.

En realidad, la feria sevillana de septiembre fue una feria menor de ganado, antesala de la gran feria de Zafra, que se fue diluyendo entre las fiestas y jaranas típicas de la población, cigarreras de por medio, implantándose lo festivo sobre lo industrial quedando gran parte del comercio repartido en otros mercados de gran interés como la Feria de Caballerías que se celebraba en la Puerta Osario, el Rastro del ganado lanar de la Puerta de la Carne y la Feria de las Vacas del Campo de los Mártires, amén de los mercadillos de la Alhóndiga y el Jueves, este último aún vigente en la calle Feria... Allí, en el Corral de la Palma vive María vestía de Amargura, con San Juan de compañía de su hermosura. Allí, Madre Angelita y sus hermanitas, gloria bendita para una santa, le cantan a María con Font de Anta. Allí, en el Huerto de los Carros vive Rosario, la bella consejera de chalanes y anticuarios que la veneran. Allí, hay un olivo del Rey Divino que los vecinos todos los días, lo riegan con la feria de su alegría. Allí, en el Corral de la Verja de mercaderes que hay en Caño Quebrado, vive con sus Javieres, Gracia y Amparo. Allí, vive una rosa que es dolorosa y es tan hermosa como su cara, Virgencita del Carmen, tan sevillana. Allí, en el Corral de los Viejos, vive Esperanza, la Divina Enfermera, que va de casa en casa y a todos, vela. Corrales de calle Feria, de carpinteros y de laneros, de Omnium Sanctorum y Montesión... Y de Jesús Nazareno con el silencio de su pasión.