El título de la exposición no obedece a nada en concreto, tan sólo al hecho de que se han reunido cinco autores coetáneos –Fernando Rodríguez, Chema Rodríguez, Ana Feu, Carmen Sánchez Ruda y Rocío Romero- en la sala Gonzalo Bilbao del Excmo. Ateneo de Sevilla, a una hora tan extraña como son las 17 y 15 de la tarde y además un lunes. Ni siquiera forman un grupo que se reúne para pintar juntos, ni forman una asociación ni nada que se le parezca, si acaso lo que existe entre ellos es además de una estrecha amistad, una cierta afinidad temática, técnica o de estilo, al menos aquí, porque en efecto también en esto han sido y son bastante diferentes.
En cualquier caso puede que sea el paisaje, sus diferentes modos de representación, los que los ha congregado en esta muestra colectiva que estará abierta al público hasta final de febrero, de lunes a viernes en horario de 11 a 14 y de 18 a 21.
La exposición, contó en la inauguración con la presencia y las palabras del pintor Antonio Zambrana, Vocal (el equivalente a Presidente) de la Sección de Bellas Artes de la Docta Casa quien elogió las obras de los cinco autores.
Comenzando por Fernando Rodríguez, pintor, cartelista, gestor cultural y director de la Feria de Arte Contemporáneo SACO entre otras muchas cosas, sus obras sobre acero sorprenden por las calidades que logra al aplicar los colores directamente, dejando partes sin pigmentar para que sean ellas las que hagan los reflejos del agua o las tonalidades brillantes dispuestas en sus paisajes- Paisajes de montaña o fluviales, paisajes que otras veces prolonga por el fondo de madera patinada en blanco, donde se insertan en sus marcos.
Chema Rodríguez tan polifacético como es siempre (es autor de excepcionales retratos, numerosos carteles, dibujos de personajes clásicos o antiguos, toreros, ...), ha querido traer lo que bien pudieran ser unas abstracciones líricas o poéticas, que no pierden de referencia las formas ni las líneas del paisaje y que tampoco pierden de referencia las divisiones entre los planos celestes y terrestres, pero es la pincelada suelta la que le proporciona esa fluidez que convierten en evanescentes esas vistas de las montañas desde el Danubio, captadas en diferentes colores o momentos y en donde el agua, las nubes, la presencia insinuada del paisaje son los que componen en esta ocasión, sus asuntos.
Ana Feu también sorprende de nuevo. Después de su individual en la Caja Rural del Sur y en la colectiva del Antiquarium celebrada recientemente con Loving Art y Magasé, sigue aquí en una serie de obras que dentro de sus líneas actuales abarcan desde esa abstracción que ya apuntaba en ellas, además de su personal impresionismo hecho con amplios trazos de espátula y carga matérica, donde los colores se funden en armonía. La playa, la vegetación de la ría, las flores y arbustos, el cielo y el mar de la costa ayamontina y portuguesa: sus temas favoritos. La luz, las entonaciones, la plasticidad de la pintura en una autora que parece haber reunido aquí toda la sabiduría adquirida.
Carmen Sánchez Ruda pintora y restauradora de obras de arte, cartelista, profesora de arte,...ha optado por detenerse ahora en unos detalles vegetales de interior o de exterior de patios que capta a través de ventanas o puertas, una serie de macetas o tiestos con flores que juegan con la geometría, con los colores utilizados, y en otros casos, coloca las flores en primerísimos primeros planos como si fuera acercando una lente a los grandes detalles de los pétalos y hojas y sin ponernos cursi, representan algo así como una sinfonía floral hecha con los “bouquets” que domina de manera admirable.
Por último, Rocío Romero se detiene en los bosques, en los lagos alpinos, en la floresta, en la plena naturaleza, en las estaciones y sus variadas gamas de color, en las ambientaciones climáticas que pueden apreciarse perfectamente, en el mar, en la minuciosidad de los detalles de los árboles, en la hierba, en la ciudad al fondo y en altura, en los senderos iluminados por los tonos matizados,...
Por todo esto puede decirse de esta exposición que es una de las maneras de acercarnos al paisaje, a los reales y a los imaginados, de acercarse a ella gozando a la vez de la pintura.