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La cantante Blanca Paloma. / Alberto Ortega - E.P.
Por lo general, el artista flamenco se mueve según de dónde sople el viento y si huele a dinero, mejor aún. Parece que nadie nunca ha dañado al flamenco hasta que ha llegado una chica, Blanca Paloma, algo humillada en el concurso de Eurovisión. Una cantante que va de flamenca, y está en su derecho. Los artistas, que casi nunca se mojan en nada que ponga en peligro la nevera y el carro de lujo, se han manifestado indignados en las redes sociales.
Hasta los que van de flamencos puros y clásicos han denunciado que se haga algo así con “un arte tan de nozotros”. Algunos de estos artistas del arte jondo han estado en la Bienal de Sevilla, a pesar de los bodrios aflamencados que nos han colado en algunas ediciones. Se han vuelto críticos, ellos, los flamencos, que no quieren críticas sino apasionadas exaltaciones de sus parientes, vecinos y amigos en Facebook, cuando van a un teatro. Quieren críticos amigos, sólo eso. Pues ya que han despertado, algo que me gusta, y que han descubierto lo que les duele que se maltrate al flamenco, que siga la fiesta.
Que no se presten al sucio juego de los premios esos que son una vergüenza para este arte, donde a veces nominan como mejor álbum flamenco un pastiche musical fuera de compás. Que se quejen ante los políticos, en vez de ir a hacerse la foto con ellos cuando a éstos les interesa ir de flamenquitos, como hace pocas semanas con motivo de la recién presentada Ley del Flamenco. Algunos hasta se pegaron una pataíta ante el presidente de un gobierno, el andaluz, que apenas está haciendo nada en favor de este arte. Nada para tirar cohetes, quiero decir. Unión Flamenca también ha hecho público un comunicado, cuando ha callado demasiado, sobre todo ante artistas que han dañado al flamenco mucho más que Eurovisión.