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E.P
Es el gran tema de conversación en las redes sociales entre los amantes del misterio y de los que portan un sombrerito de papel de plata. Entre los que aseguran que la Tierra es plana y los que creen que Bill Gates ha sido el creador de esta pandemia para que nos inyecten su vacuna con nanochips.
Siempre que hay varias opciones, tengo la costumbre de seguir el principio de la Navaja de Ockham que dice lo siguiente: «En igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable».
Explicado este principio, mi teoría es que la ceremonia fue un acto de cutrez, muy al estilo español.
Hacer una ceremonia de homenaje a los fallecidos por el coronavirus cuando no se sabe aún cuántos han muerto; y la cifra oficial es muy diferente a las otras de fuentes como el INE, es llamativo. También lo es celebrarla justo cuando estamos viviendo unos números de contagios similares a los del inicio de la pandemia.
Es como si los americanos hubiesen celebrado la victoria de la Segunda Guerra Mundial cuando desembarcaron en Normandía. Les quedaba mucha campaña para terminar con los nazis y a nosotros con el virus.
De la ceremonia me resultaron curiosas varias cosas: la presencia de la presidenta del Santander y el de Telefónica, la ausencia de corbata de Pablo Iglesias, el modelito alegre de la presidenta del Senado y la ñoñería excesiva con el pebetero, las flores y de fondo musical, el Adagio para Cuerda. Similar al minuto de silencio de los campos de fútbol.
Hasta el traslado del dictador Franco tuvo más pompa que el acto de ayer.
Lo interesante va a ser cuando lo hagan los americanos, que será cuando el virus sea un mal sueño y cuando toda la ciudadanía pueda ser partícipe de ese acto. Mientras tanto, nosotros hablaremos de masonería cuando queremos decir cutre.