Fusilar al Rey o a veintiséis millones de españoles. ¿Quién da más?

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09 dic 2020 / 11:48 h - Actualizado: 09 dic 2020 / 11:53 h.
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El Congreso de los Diputados se ha convertido en una caverna. La nueva política era eso; la nueva política era embarrar las instituciones, dejar la corbata en casa, ponerse un chándal y decir barbaridades; la nueva política era medrar a toda costa.

Enrique Santiago es líder del PCE. Este es un partido histórico que se ha ido reduciendo hasta rozar la nada y que solo sabemos de él gracias a que en el reparto de cromos que hizo el, ahora ministro, Alberto Garzón, logró colocar a algunos comunistas del PCE en las listas electorales de Unidas Podemos. Enrique Santiago es diputado y vicepresidente de la Comisión para la Reconstrucción Social y Económica del Congreso.

Pues bien, Enrique Santiago, mientras charlaba con el periodista Pere Rusiñol, ha dicho que si estuviéramos en la Rusia del año 1.917, se pasaría por la Zarzuela para visitar al Rey de España. Rusiñol le preguntaba: «¿Lo liquidarías?» (refiriéndose a Felipe VI). Y Enrique Santiago contestaba: «Depende de cómo se pusiera y lo que surgiera».

Este es el nivel y esto es lo que tenemos en el Congreso de los Diputados. Además, este sujeto no está allí porque se haya colado de rondón; no, este está allí porque le han votado algunos españoles. El Congreso de los Diputados se está convirtiendo en el estercolero de la palabra. Siempre fue el templo de la libertad y se ha reducido a una tasca en el que la disputa más soez preside el día y la noche y en el que todo vale.

El escándalo de los jubilados enviándose mensajes de Whatsapp entre ellos se ha quedado pequeño al lado de las declaraciones del líder del PCE. Los aspavientos que se han hecho por parte de muchos a causa del chat de los militares retirados se han convertido en risas y aplausos de esos mismos individuos ahora que amenazan al Rey. Estamos tocando fondo y esto hay que detenerlo de alguna forma. No se puede hablar de fusilamientos sin que pase nada. No podemos ver una broma o una afrenta en la misma cosa si lo dicen personas distintas. Estamos a punto de traspasar una línea roja muy fina que separa la libertad del conflicto. Ni los radicales de Vox ni los de Unidas Podemos pueden convertir sus complejos en la gasolina que mueva la política española. Sánchez, aunque tenga que dejar su despacho en el Palacio de la Moncloa, debe cortar por lo sano todo esto porque llegará el momento en el que algún imbécil tenga la tentación de pasar de las palabras a los hechos. Y eso es algo que no nos lo podemos permitir.