Los medios y los días

Gravísimo problema con algunos jóvenes

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02 ago 2020 / 04:00 h - Actualizado: 02 ago 2020 / 04:00 h.
"Los medios y los días","Coronavirus"
  • Varias jóvenes caminan en bañador por Barcelona. / David Zorrakino - E.P.
    Varias jóvenes caminan en bañador por Barcelona. / David Zorrakino - E.P.

Hay quien ya no sabe qué hacer para que algunos jóvenes (no generalicemos) sigan las normas para que no se extienda más la pandemia. La OMS les acaba de decir: oíd, jóvenes, que el virus ahora se ceba con vosotros y os puede matar. Sin embargo, esos jóvenes a los que se les llena la boca de solidaridad e igualdad son los mismos que se han convertido en uno de los factores principales de la extensión de la pandemia. ¿Por qué? Porque no son libres y además están maleducados.

En general, eso de que el ser humano es libre es una entelequia necesaria porque, de lo contrario, casi ningún acto tendría valor ni sería punitivo. En el joven esta determinación -en la que, como se ve, creo firmemente- es mucho mayor. Si el ser humano es conducido casi toda su vida por las hormonas de su cuerpo, entre los jóvenes este dictador biológico -uno más- es mucho más poderoso. En la película El club de los poetas muertos podemos ver en una de sus célebres secuencias cómo el profesor herético que pretende que sus alumnos piensen por sí mismos, los saca del aula y los coloca frente a una vitrina llena de fotos de las primeras promociones de alumnos del colegio de élite en el que estaban estudiando. A continuación, les dice algo así como: “Miradlos, cargados de hormonas como vosotros, se sentían infalibles y ahora están criando malvas”.

La conclusión del docente es que por eso deben vivir el momento, el carpe diem, algo que se ha tomado hoy como la fiesta y la irresponsabilidad permanente, una decisión hormonal, no racional, porque vivir el momento no conlleva dejarse dominar por nada sino controlar la vida por tu bien y el de la sociedad y en eso la meditación, el cuestionamiento de todo y el estudio son fundamentales. Si ya estamos en manos de fenómenos externos a nosotros e internos de nuestro cuerpo, la ignorancia acaba por retorcernos las cadenas y cerrarlas con un candado. El ignorante no es libre, decía Hegel; Voltaire escribió: “No quisiera ser feliz a condición de ser imbécil”.

Lo siento, señores y señoras, pero si ustedes se van de fiesta para darle gusto a sus hormonas -acto al que se le llama amistad, por ejemplo- y se infectan por exceso de confianza y luego infectan a otras personas más vulnerables que ustedes, no me hablen después de solidaridad e igualdad porque sencillamente ustedes son imbéciles puesto que están atentando contra sí mismos, ¿qué iban a hacer muchos de ustedes sin la sopa boba que se toman gracias a sus padres y sus abuelos?

Entonces es cuando llegamos a la educación familiar y social que se resume en dos ideas. Una, la ecuación se ha invertido, ahora no son los hijos los que buscan la aprobación de los padres, sino que son unos padres timoratos y sin personalidad quienes buscan la aprobación de los hijos. La autoridad y la jerarquía se confunden con la tiranía, hemos pasado del padre opresor franquista a la falsa democracia familiar, a la blandenguería y a la falta de normas firmes de convivencia, algo recomendado por numerosos psicólogos. La experiencia de vida no sirve, con el ropaje de educar en democracia se evita asumir las responsabilidades que exige el estatus de padres.

Socialmente, en líneas generales, El Roto lo resumió todo en una viñeta en la que un joven le decía a Platón: “Mira Platón, déjate de filosofías y matricúlate en informática”. Eso es lo que el sistema de mercado lleva decenios diciéndole a los jóvenes, algo que no es nuevo, por tanto, ya que en mis tiempos mozos los señores adinerados afirmaban sin pudor que magisterio y lo que entonces se llamaba filosofía y letras eran carreras para niñas. Por su parte, la publicidad ha hecho estragos con tanto promocionar el tú, tú, tú, power to you, etc.

Los gobiernos ya lo ven. Tal y como adelanté en su momento, han aprobado la selectividad entre el 92 y el 95 por ciento, eso es una barbaridad, les aseguro que la mayoría de esos estudiantes que han aprobado no merecen llegar a la universidad, pero aquí se trata de agarrar votos, no de formar talentos para apostar a largo plazo por un país que no sólo se siga conociendo por su sol.

A todo lo anterior se añaden los turismos de borrachera y los saltos desde los balcones que son muestras de una crisis en la educación de otros países que nos tienen por apestados mientras ellos no huelen el hedor de su entorno. Pero eso vamos a dejarlo ahora.

Conclusión: tenemos un gravísimo problema con -digamos- algunos jóvenes, cuyas causas son sus mecanismos biológicos internos, nosotros sus educadores y ellos mismos que son incapaces de rebelarse. Es lógico, la rebeldía nace del pensamiento crítico y de la necesidad y estamos hablando de una población a la que no solemos pedirle grandes esfuerzos para que valore su vida y la vida de los demás. Tenemos lo que nos merecemos.