Griñan. El hombre que amaba los perros

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20 nov 2019 / 08:49 h - Actualizado: 20 nov 2019 / 08:52 h.
"Caso ERE","José Antonio Griñán"
  • Foto: EFE
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De todos los Presidentes de la Junta de Andalucia, sin duda alguna fue Griñan el que reunía un perfil más intrincado e intelectualmente complejo.

Solía leer y visionar cine en versión original de forma habitual y recomendaba Libros laberinticos y desoladores en sus epílogos; en los que el aparato siempre se imponía. No en vano, entre sus ejemplares favoritos, el apasionado relato sobre Ramón Mercader y Trotski que tanta lectura conspirativa y literatura ha generado, y que ha hecho pasar a éste último, más que por su doctrina o pensamiento político (mucho menos fecundo y rico que el de Lenin), por el ensordecedor grito que prorrumpió cuando Mercader, -viejo luchador en la Guerra Civil- le estampó el piolet sobre la confusa maraña de pelo que adornaba su ya vencida y sudorosa vida mejicana.

Junto a Padura, su otra recomendación era Paris 1.919, que versaba sobre cómo los vencedores en la Primera Guerra Mundial, sembraron decididamente las bases de la Segunda, despedazando Turquía o repartiendo Siria, gran desdichada víctima de todos los desastres, tal es la negación de su naturaleza árabe por las dominadoras del mercado del petróleo. De nada sirvió la conquista de Akaba por Lawrence de Arabia.

La trayectoria de Griñán en la Junta de Andalucía es un ejemplo de irrelevancia de las enseñanzas de la literatura y de la historia. Su desdén por el aparato, acabó convirtiendo a Susana Diaz en Presidenta de la Junta de Andalucía, cuando probablemente ésta debió conformarse con una bicefalia en la que ella desempeñara la Secretaría General del PSOE de Andalucía.

De aquellos polvos, estos lodos; y la imagen de nuestra tierra dinamitada por doquier y a punto de explosionar en la Sanidad o en la Educacion, con los Colegios Profesionales inanes, amagando en vano, que las apariencias importan.

La gran lección de las Sentencias judiciales o partidarias, no es otra que el resultado del desaprendizaje de las enseñanzas taoístas, que te recetaban la perfecta inutilidad como sistema de vida. Sé como el agua, decía Bruce Lee. Perfectamente inútil. El que no busca el mérito éste no le es negado, nos aleccionaba el Libro milenario del Tao.

Hay cierta épica en la historia política que quedará escrita sobre Griñan, donde la vanidad excluye cualquier lisonja económica.

Con setenta y seis años, el paisaje no ofrece gran esperanza; quizás la limitación de los cargos de la condena a mera prevaricación y poco más; ese el único sendero a los desheredados de la tierra; pero la losa que sepulta anega hombres y familias. Fue Shakespeare quien calificó la injuria –en este caso institucionalizada- como losa inquebrantable.

Aun asi, me siguen emocionando los gestos, esos de los hijos del ahora condenado que un día levantan la voz a pesar de la maldición que recaerá eternamente sobre sus apellidos.

La distinción y la intelectualidad no caben en esta partitocracia en la que el poder judicial venga su falta de recursos, ante el aplauso de los linchadores de la masa enardecida.

De esta barbarie, que pudiera incorporar su esencia de la utopía socialista transformada en sueños rotos y sangre derramada, es ahora Griñan su enésima víctima, en la que, sin embargo, las vidas anónimas, orgullosas de su padre o de su marido, nos ofrecen una alternativa a las deslealtades que el fracaso comporta.

Al fondo, un cuadro de Griñan se yergue sobre la pared del Ministerio que ocupara y que integra a todos los titulares del de Trabajo. Sólo él se permite la diáspora de un perro en sus brazos.

Y es que este afán sin nombre que no me pertenece y sin embargo soy yo, y que alcanza a las vidas anónimas de apellido maldito, también amaban los perros.

Sic transit.