Guillermo de Ockham (1280-1349) fue fraile franciscano, filósofo y lógico escolástico. Se le atribuye un principio metodológico y filosófico famosísimo que se conoce como la navaja de Ockham, principio de economía o lex parsimoniae. ¿En qué consiste este principio? Pues en que «en igualdad de condiciones, la explicación más simple suele ser la más probable». Probable porque no necesariamente es la verdadera.
Si aplico la navaja de Ockham para intentar explicar lo que está sucediendo en Ucrania y fijo la atención en Putin el resultado es tan evidente como definitivo (al menos para el que escribe).
Hace unos días veíamos a este bárbaro de Putin (según la RAE, bárbaro, entre otras cosas, es el ser fiero, cruel, arrojado, temerario, inculto, grosero y tosco, y define más que bien a Putin), le veíamos, decía, dándose un homenaje extraordinario. Miles de personas aclamándole, aplaudiendo la guerra, haciendo alarde de un nacionalismo devastador; miles de banderas al viento, una letra Z que se ha convertido en símbolo entre los seguidores de Putin ‘el Bárbaro’. Llevamos más de veinte días asistiendo a una guerra televisada que, desde un punto de vista militar, está siendo una catástrofe para el ejército ruso. Nadie se atreve a señalar los objetivos militares, ni el fin de los ataques del ejército ruso, nadie sabe qué pasa por la cabeza de Putin. ¿Por qué una guerra a estas alturas? ¿Qué gana Putin con este asunto tan indeseable y tan perverso? La solución se puede reducir a una sola palabra: él. Putin busca poder seguir viviendo en olor de multitudes, Putin necesita afianzar su posición en un país que está acostumbrado a sufrir aunque tiene límites como todos los demás y necesita reforzar su posición. El casus belli ha sido inventado y planteado desde un punto de vista propagandístico a un pueblo entero para, así convertirlo en excusa. Todo lo que tenga que ver con la geopolítica, con las seguridad del país, con los hermanos ucranianos maltratados por un Gobierno nazi o con cualquier otra cosa que no sea el propio Putin, son excusas. Putin quiere pasar a la historia como un nuevo Stalin, como un estadista de enorme altura, como el salvador de la patria rusa... Y lo que él todavía no sabe es que puede pasar a la historia como un criminal de guerra sanguinario y tenebroso. En realidad, como Stalin, es verdad.
Lo más fácil suele ser lo que explica algo. Y si una guerra de estas dimensiones y tan chapucera por parte del atacante no tiene explicación solvente, lo mejor es buscar en lo que puede parecer la periferia aunque es el centro de un huracán disfrazado de desnaZificación y no sé qué más chorradas.
La guerra de Putin es eso, su guerra. Aunque la sufran niños, mujeres, ancianos y hombres dispuestos a no claudicar ante el cetro de un bárbaro; es la guerra de Putin. Su puta guerra, la que solo acabará si puede presentar una ganancia clara (militar o política) para seguir despistando a los suyos. Si no se hace con Crimea o con el Dombás seguirá a la suyo sin ceder. Y es justo a lo que se niega Zelenski. Mal asunto.