Guerra y González, la España de Goya

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31 oct 2022 / 08:28 h - Actualizado: 31 oct 2022 / 08:32 h.
"Alfonso Guerra","Felipe González"
  • Felipe González y Alfonso Guerra hablan sobre la Junta Preparatoria de las Cortes en 1977. / EFE
    Felipe González y Alfonso Guerra hablan sobre la Junta Preparatoria de las Cortes en 1977. / EFE

Este no es un artículo de política, sino de historia. Servidor tenía dieciocho años en 1982, habían pasado cuarenta años más o menos desde la guerra civil y cuando mi abuelo me hablaba del Movimiento, me sonaba al principio a cosa de baile y el Frente Popular, me sonaba a emisora de radio. Para él era política, para mí, historia lejana. Ya han pasado cuarenta años de mis dieciocho y de los 202 diputados del PSOE en 1982. Los jóvenes lo ven como historia. Lamentablemente, como la historia de España del duelo a garrotazos de Goya.

Los españoles cuando nos ponemos somos todos iguales, da igual que seamos del mismo o de diferente partido o equipo: intolerantes. Como dijo Ganivet, nuestro mejor fuero sería una hoja de papel en el bolsillo, que dijese: este español está autorizado a hacer exactamente lo que le venga en gana. Y en Sevilla, peor. Uno de mis hermanos lo ilustra diciendo ¿qué hacen dos sevillanos si se juntan?, ¿una cofradía? No, dos cofradías. Hasta Bismarck, se asombraba de la fortaleza de la nación, cuyos ciudadanos se empeñan en destruir. Cuanto odio esta actitud fratricida de nuestro país.

Pues esto mismo es, lo de Felipe y Guerra. No ha sido posible que compartieran tribuna, porque no han querido, dejémonos de sandeces. Si repasan la prensa, Felipe dijo “trato de buscar y lamento no conseguirlo, a ese personaje singular...” (no encontrarlo, sino buscarlo, ojo)

Personalmente creo, que no soportaban el abrazo obligado. Y también, que el más listo ha sido Guerra. Mucho más digno y más en su sitio. Ha sido el protagonista del acto, sin estar presente. De haber acudido, hubiese sido un segundón, un “personaje” junto al protagonista. Y sin ir, le robó la cartera a Felipe. Siempre fue de largo, el inteligente del tándem. Creó a Felipe y lo llevó al gobierno, y tiene vida, más allá del PSOE.

Admiro muchísimo a Felipe por lo que hizo, en política interior y exterior, pero escucharle hablar, me parece de lo más aburrido. Siempre es el mismo cliché. Escucha solemnemente, corrige al que pregunta -“no, mire usté, no es eso lo importante”- desliza un palabrerío con halo de misterio, o sonrisa condescendiente, y suelta un jeroglífico críptico, en forma de sentencia, por los cerros de Úbeda. El mensaje es: vuelo tan alto, que los demás no podéis entender lo que digo. A veces nada. Nada de nada. O casi nada. Desde que dejó el gobierno, habla más que un loro, pero, ¿retienen alguna frase que merezca la pena?

En cambio, escuchas a Alfonso Guerra y no te cansas. Como dijo Nativel Preciado el otro día, es tan inteligente, que había que tener mucho cuidado con él. Podía estar hablando contigo tan amablemente, y dándote la del tigre a la vez, y solo te dabas cuenta, cuando te parabas a pensar, pero a esa hora, él ya se había ido.

Como todos los inteligentes, sabía que el segundo nivel es el importante. Mandar en segundo plano. En el Palace aquella noche, a Felipe se le veía abrumado y temeroso, pero a él exultante y seguro. ¿Cabe más derroche de táctica que acaparar el protagonismo del aniversario, desde la camilla de su casa, sin estar presente físicamente? Y esto con ochenta años. ¡Que sería cuando estaba en forma!